Es cierto que los locutorios hoy en día no tienen el mismo peso social que tenían hace 20 años.
La evolución de la tecnología celular ha perjudicado gravemente un negocio que se mantiene
gracias a Internet y las llamadas al exterior del país.
Y si es absurdo que una obra contemporánea accione en un locutorio, más absurdo es que una
pareja de desconocidos, tenga su primera “cita” frente al mismo. Los primeros 5 minutos de la obra de Moscona, son engañosos. Dos jóvenes bastante cancheros monologan al público mientras un guitarrista acompaña con melodías suaves y una empleada se lima las uñas. ¿Una comedia costumbrista acaso? Nada que ver, Moscona descompone los géneros, el tiempo y el espacio, construyendo una gran metáfora acerca de una sociedad que dice recordar pero ha olvidado, una sociedad que se cree segura, pero es ciega ante la presencia de viejas lacras de un pasado inmediato.
La influencia invasiva de la cultura anglosajona conectada con la pretensión de olvidar tiempos
aterradores, se fusionan en un viaje surrealista que genera más interrogantes que respuestas.
El protagonista de la obra es rehén de un viaje que estructuralmente se parece a un capítulo de
la dimensión desconocida licuada con “Un Cuento de Navidad” de Charles Dickens. El locutorio es una obra imprevisible e improbable, con personajes que se alejan de los estereotipos, que funcionan como marionetas de una fuerza invisible que obliga al protagonista a ejecutar una misión de olvido. Manipulación, demagogia y tortura.
La puesta escenográfica es prácticamente desnuda y esencial, imponiéndose un gran diseño espacial y una fundamental puesta lumínica. Cada intérprete demuestra su talento, imponiendo un gran trabajo corporal, en donde, detalles como el caminar o un roce de mandíbulas ayudan a caricaturizar personajes salidos de un sueño o la imaginación de David Lynch. La composición –a veces doble- de cada actor, añade color a una obra, que detrás de la comedia, la danza y la música –tres piezas esenciales que subrayan el tono poético-absurdo de la puesta- contiene una observación inteligente, sarcástica y oscura de la sociedad argentina. Gustavo Moscona y elenco demuestran al público que los locutorios solamente conforman una partícula minúscula de un pasado, que avergüenza, pero no debe ser olvidado. Muy buena
El locutorio: dirección y dramaturgia: Gustavo Moscona
Con: Alicia Barone, Silvia Forte, Belén Freire, Rodrigo Jiménez Guilligan, Simón Heredia
González, Carlos Ocampo, Romina Palermo, Juan Felipe Peláez, Roxana Scheidegger, Oscar
Souto. Bailan: Navia Espinosa García, Betiana Barros, Carla Galvalice y Juan Felipe Pelaez.
Sábados a las 21 Hs – Teatro: La Tertulia – Gallo 826. CABA..