“Todo lo di sin esperar, era feliz pudiendo amar”
La temprana muerte de Gilda –Myriam Alenjandra Bianchi, 1961-1996- convirtió a la cantante, denominada “La Reina de la Bailanta”, en un mito, un ícono de la sociedad contemporánea. Se ha dicho que la cantante poseía poderes curativos y los fanáticos la canonizaron como una santa.
Pero atrás de la leyenda, había una mujer: una esposa, una madre, una maestra jardinera. Quién fue Gilda y como comenzó su carrera artística es el foco de la nueva obra dirigida por Iván Espeche y escrita por Florencia Berthold, que además asume el rol protagónico.
Acaso el mayor logro de la puesta es poder armar diferentes espacios geográficos y temporales en forma prácticamente minimalista, sin cambios escenográficos ni elipsis generadas por apagones. La obra fluye en un solo canal, exhibiendo viñetas del difícil camino que transitó Myriam, para convertirse en Gilda de la mano de su guitarrista y tecladista, Toti Giménez –excelente composición de Nicolás Espinosa- oponiéndose a los abusos y la discriminación sexual de la movida tropical. Un riesgo del que sale airoso, gracias a una ingeniosa puesta de luces y de escenografía, que consigue diferenciar con muy poco casa espacio.
La obra se divide en las sesiones, ensayos y conflictos con el futuro manager de la cantante, y la vida privada de Gilda: las discusiones con su primer marido, que derivaban en la composición de las letras más conocidas.
La descomunal metamorfosis que hace Berthold para convertirse en la cantante es uno de los mayores atractivos de la obra: detalles desde la forma de bailar, caminar e incluso la pasión que impone en cada tema son dignos de admiración. La evolución vocal que tuvo en la vida real la cantante, se traduce escénicamente en una meticulosa transformación que se va desnudando en el escenario con completa naturalidad.
Más allá de lo anecdótico, no hay que olvidarse que se trata de una ficcionalización. Aún cuando está inspirado en el libro “Gilda, la abanderada de la bailanta”, de Alejandro Margulis, el espectador se encuentra ante el retrato de un personaje que debe elegir si seguir sus sueños artísticos o dedicarse a seguir criando una familia, si rebajarse a los pedidos misóginos de la industria musical, o luchar por sus derechos femeninos y como autora de la mayoría de los temas, manteniendo sus principios y humildad.
Un espejo sin vidrio es una metáfora de la transparencia del alma del personaje, de cómo el público completa la puesta como si fuera un diario personal de la mujer que se convirtió en leyenda. MUY BUENA.
Gilda. Dirección: Iván Espeche. Dramaturgia: Florencia Berthold.
Elenco: Flor Berthold, Nicolás Espinosa, Martin Lavini, Patricio Romero, Fernando Sayago.
Teatro El Grito – Costa Rica 5459 - Viernes y Sábados a las 23 Hs.