El 9 de septiembre de 1890 nació Harland David Sanders, más conocido como el Coronel Sanders, creador de la famosa marca Kentucky Fried Chicken y, también, dueño de una dura historia de vida.
Oriundo de Indiana, Estados Unidos, se fue a los 12 años a vivir con sus tíos porque su padrastro le pegaba. A los 15 años, falsificó su documento y se enlistó en el ejército. Sin embargo, tu famoso título de "coronel" no proviene por su carrera militar, sino que es una distinción que da el estado de Kentucky a sus ciudadanos ilustres.
Sanders estudió abogacía por correo. Su esfuerzo es una característica que resaltan sus biógrafos aunque así como dejaba todo por hacer, también se equivocaba bastante: fue un pésimo hombre de negocios. Entre sus ocupaciones estuvieron capitán de barco de vapor, motorman de ferrocarril y agricultor. También fue broker de seguros y vendedor de neumáticos. Entre todas esas actividades transcurrió su vida entre 1920 y 1929.
En 1930, con 40 años, compró un pequeño hotel y una cafetería en Corbin, Kentucky, donde empezó a cocinar pollo para sus huéspedes. En 1935, por el éxito de su restaurante, el gobernador del Estado, Rubi Laffoon, lo nombró “Coronel de Kentucky” por su destacada actuación en la sociedad. Para 1950 ya usaba su característico traje blanco y su barca canosa, al mejor estilo de hombre de campo sureño.
Sin embargo, con 65 años, vio cómo lo que construyó se desmorona. La ruta interestatal 75 abre y le reduce significativamente el ir y venir de los pasajeros. El Coronel se fue, literalmente, a su casa. ¿Qué podía hacer?
Fue ahí donde aprovechó la popularidad de su pollo y decidió volver a intentar. Algunos afirman que puerta a puerta fue ofreciendo su producto. Lo cierto es que en Salt Lake City abrió otro restaurante y comenzó a ofrecer franquicias. Su lógica consistía en que por cada plato de pollo vendido él cobrara US$ 0,01. A los 74 años ya tenía 600 locales vendiendo su famoso pollo.
Fue ahí que decidió vender su red de franquicias y lo hizo por US$ 2 millones a un grupo inversor. Años más tarde, intentó abrir otro restaurante pero el contrato de venta le impedía volver a emprender en el mismo rubro. La pelea legal con los nuevos dueños se solucionó con el pago de US$ 1 millón a favor del Coronel.
En 1980, a los 90 años, murió. Detrás dejó una historia de vida y una cadena de franquicias de pollo.