Mendoza remite a vino y la bebida del dios Baco, a la adultez. Por eso, cuando se piensa en turismo enológico, el plan familiar suele descartarse, pero lo cierto es que cada vez más bodegas ofrecen programas para disfrutar en familia. Es que, de acuerdo a datos de Bodegas de Argentina, entre 2014 y 2015, el total de enoturistas en el país creció un 10,6 por ciento y, si se contabiliza toda la década, el turismo del vino en Mendoza triplicó el número de personas que visitan la provincia con otros fines.
Ante este crecimiento, las bodegas comenzaron a ofrecer propuestas kids friendly, desde talleres de arte para diseñar etiquetas hasta clases de cocina. La idea es que los chicos disfruten la visita tanto como los padres. Aquí, una guía de las mejores bodegas para visitar con niños.
Cocina en equipo
Bodega Andeluna apunta a la familia ya desde su diseño arquitectónico. Al cruzar la puerta, se encuentra el sector destinado a las degustaciones y a la gastronomía, que parece el living de una casa de campo: hay sillones, mesas bajas y un hogar a leña que termina de aportar el toque acogedor.
Como tiene un diseño abierto, tan solo unos arcos separan a este espacio del restaurant y la galería exterior, gracias a lo cual la tarea de tener los ojos encima de los niños se facilita.
También ofrece una actividad especial para realizar en familia. Se trata de una clase de cocina, en la que los niños se encargan de elaborar panificados (cupcakes, muffins, panes.) junto a las cocineras Beba y Celina, mientras que los adultos van tras los fuegos bajo la guía del chef Santiago Orozco ($ 1200 por persona). Por supuesto, la experiencia está regada con buen vino: en cada etapa de la clase de los mayores se degusta una etiqueta en particular. Después, llega el momento de compartir el almuerzo, que durante la primavera y el verano se puede disfrutar en su espectacular parque, a metros de la cordillera de los Andes.
Andeluna se encuentra en Valle de Uco, a 80 kms al suroeste de la ciudad de Mendoza. Llegar no es tan sencillo, pero el paisaje, con la mejor visibilidad del Cordón del Plata, quita el aliento, así que bien vale la pena. Se recomienda alquilar un auto en la capital mendocina o ir en el autobús vitivinícola.
Además, Valle de Uco es una parada obligada para los enófilos, ya que, según los expertos, de sus vides salen los mejores vinos de la provincia. Si se va con tiempo, una buena alternativa es dormir en alguno de los hoteles boutique o bodegas de la zona, como Tupungato Divino o Posada Salentein.
A caballo
También en Valle de Uco se encuentra Clos de los Siete, un emprendimiento que reúne a cuatro bodegas de propietarios franceses: Monteviejo, Rolland, DiamAndes y Cuvelier Los Andes. El plan favorito de las familias son las cabalgatas, que incluyen posta de degustación en las bodegas y un almuerzo para coronar el programa. También hay otras actividades, como recorridos en 4X4 y paseos en bicicleta con picnic incluido.
En materia gastronómica, ofrecen tres propuestas para elegir: Espacio Monteviejo y su espectacular terraza con vista a todo el valle, el restaurant de Cuvelier o el almuerzo de siete pasos en DiamAndes. En todos los casos, hay menús adaptados para niños. Las visitas son con cita previa.
Todo queda en familia
Cuando se trata de planear visitas en familia, Susana Balbo es una de las bodegas más buscadas. Quizás porque la misma Balbo -la primera mujer que obtuvo el título de enóloga en la Argentina- trabaja junto a sus hijos: José, también enólogo, y Ana, licenciada en Administración de Empresas. Hasta tiene una línea de vinos inspirada en ellos: “Críos”. Ese ADN familiar que lleva la bodega se advierte en cada uno de los espacios, desde los dos restaurantes, que ofrecen menú infantil y están equipados con sillas y materiales especiales para chicos, hasta el parque con juegos para niños de 2 a 5 años. Y si mantener a los pequeños sentados se complica, ofrecen mantas y almohadones para los que prefieran almorzar en modo picnic.
Pero la propuesta kids friendly no se agota en el espacio, también cuenta con actividades especiales como el “Juego de Aromas en Familia”. El camino olfativo comienza en el viñedo, luego sigue por la sala de tanques y termina en la sala de barricas. Después llega el momento de poner en práctica los conocimientos adquiridos en un desafío entre familias. Además, todos los niños que visitan la bodega reciben corchos de espumantes para que los intervengan con pintura y así dejen en claro que “el vino es un arte”.
Pequeños chef
Si se busca variedad a la hora de elegir un programa para disfrutar en familia, Bodega Zuccardi es la indicada: ofrece desde bicicleteadas por los viñedos hasta clases de cocina exclusivas para niños. Los paseos en bicicleta solo se realizan los días miércoles a las 10. Durante el recorrido, se puede observar la labor de los trabajadores en las fincas. Para reponer las calorías que se perdieron al pedalear, como cierre de la actividad los ciclistas disfrutan una tabla de quesos y fiambres regionales ($ 560 por persona para la picada y $ 945 con almuerzo en Pan y Oliva).
Otra opción para niños activos es el picnic, con cuatro variedades de canasta, para dos o cuatro personas, con platos simples y sabrosos como croquetas caseras de pollo y jamón, surtido de quesos, variedad de embutidos, sándwich de carne a las brasas, milanesas y flan casero con dulce de leche ($ 490).
Para los chefs en potencia, el mejor plan es tomar una clase de cocina. Se trata de una experiencia única porque la dictan los chefs de Pan y Oliva -el restaurant de la bodega- en su ámbito de trabajo ($ 1260 por persona). Durante la hora y media que dura la clase, muchos padres aprovechan el tiempo libre y recorren los olivares y la aceitera, ya que Zuccardi también es reconocida por la calidad de sus aceites de oliva.
Entre vides
Los souvenirs son un clásico de las vacaciones, pero solo un lugar como Mendoza ofrece la posibilidad de llevarse un vino hecho en familia. Esa es la propuesta de Norton en “Enólogo Junior”: los adultos se encargan de combinar varietales y crear un blend a su gusto y los niños se abocan al diseño de la etiqueta ($ 1100 para el grupo de dos adultos y dos chicos). Por supuesto, la botella se cierra a la perfección para que pueda viajar en la valija y descorcharse en el momento más oportuno.
Si la idea es estar en contacto con la naturaleza, el mejor plan es “Trabajando mi tierra” ($ 1650 por persona). La premisa es embarrarse el calzado para experimentar el cuidado del viñedo en cada etapa productiva; de acuerdo a la época del año, puede ser la poda, el desbrote, el deshoje, el raleo o la cosecha. La actividad cierra con un almuerzo en La Vid, el restaurant de la bodega.
En los amplios jardines también se pueden disfrutar en un picnic ($ 600). La vianda incluye bebidas, sándwiches, ensalada, frutas y degustación de postres argentinos (arroz con leche y panqueques con dulce de leche). Y para que el relax sea completo, ofrecen almohadones, muy valorados si el plan es dormir una siestita al aire libre.
Experiencia gastronómica
El disfrute de un vino no es completo sin comida que acompañe, por eso Mendoza se destaca por el buen nivel gastronómico de sus restaurantes, sobre todo los que se encuentran en bodegas, donde suelen ofrecer menús de varios pasos que se maridan con diferentes varietales y estilos de vinos. Como son extensos (alrededor de siete platos) y un tanto rebuscados para el paladar de un niño, muchos padres descartan esta alternativa a la hora de la comida familiar. Si bien el Restaurant Casarena trabaja con esa consigna y se inspira en técnicas de la cocina molecular, también cuentan con un menú adaptado para los chicos.
El hit del verano son las mesas al aire libre, ya que, emplazadas frente a los viñedos, ofrecen una panorámica inolvidable. Una pérgola y sombrillas se encargan de los feroces rayos del sol.
En Casarena también tienen un programa artístico para niños, ellos pintan la etiqueta del vino y los padres crean el blend.
Trabajo en conjunto
Los viajes largos en auto con niños pueden ser un incordio, por eso que la bodega quede cerca es un punto a favor para la visita; como Renacer, que se encuentra a 25 minutos del centro de Mendoza. En su programa ofrecen varias propuestas, pero una se adapta de manera especial para niños de todas las edades. Se trata de “Experiencia Enólogo” ($ 150 por persona, gratis para los chicos). Mientras los adultos se dedican a elaborar su propio blend, los menores de la familia pintan y dibujan las etiquetas. En el caso de bebés o nenes muy pequeños, personal capacitado de la bodega se encarga de cuidarlos y entretenerlos para que los padres puedan disfrutar de la actividad sin estar pendientes de sus hijos.
Además, los niños más techie están de parabienes, ya que Renacer tiene tecnología de realidad virtual, videos filmados en 360° con los que el usuario puede interactuar y experimentar la temporada de cosecha.
Desde la tierra
Construido en 1912, el edificio de Trapiche es considerado un ícono de la arquitectura enológica mendocina. El parque que lo rodea es inmenso, tanto que cuesta descifrar hasta dónde se extiende. En ese entorno natural se erige Espacio Trapiche, el restaurant de la bodega que se distingue por ser uno de los pocos “Km 0” del país. Con ese nombre se conoce a los establecimientos gastronómicos que trabajan con materias primas provenientes de productores que estén a menos de 100 kilómetros a la redonda. Gran parte de sus platos se elaboran con productos de su huerta. En ese espacio, los niños pueden participar de una actividad desarrollada para ellos, “Cosecha en la huerta”, en la cual aprenden a sembrar.
La cocina también es ámbito de aprendizaje, ya que allí se dicta un “taller de elaboración de panificados” para chicos. El equipo gastronómico de “Espacio Trapiche” les enseña el paso a paso de la elaboración del pan. Para aprovechar los jardines y disfrutar de una experiencia gastronómica más relajada, se ofrece la opción del picnic gourmet, ya sea debajo de un árbol o en una de las mesas exteriores.
Cómo moverse
El alcohol y el manejo son incompatibles, pero no es menos cierto que para llegar a la mayoría de las bodegas se necesita auto. Una alternativa es que uno de los pasajeros asuma el rol de conductor designado y se abstenga de beber. Pero Mendoza también ofrece una segunda opción: el bus vitivinícola. Funciona de martes a domingos y ofrece cuatro “caminos” que abarcan distintas bodegas. El de Valle de Uco, por ejemplo, conecta Salentein, Andeluna y Monteviejo. Opera con el sistema hop on- hop off, es decir, levanta a los pasajeros en distintos puntos de la ciudad, cada uno se baja en la bodega que quiere, permanece allí el tiempo que desea y se sube en el próximo autobús cuando está listo para visitar la siguiente bodega. Al finalizar el recorrido, el bus los deja en el punto de partida. Los menores de tres años no pagan, los niños de 4 a 11 años abonan el 50 por ciento del valor del ticket y los de 12 a 17, el 20 por ciento. La tarifa para adultos varía entre $ 500 y $ 800.