Arde la Patagonia andina por un conflicto territorial centenario, de raíces y enconos muy profundos. A esa tierra sumida ahora en la impotencia y el desasosiego la fagocitan las llamas desde hace cuatro años, cuando un grupo de mapuches, conducido por el lonko (líder político) Facundo Jones Huala, decidió propagar una guerra de fuego. Centró en ella como enemigos a terratenientes extranjeros, latifundistas y productores agropecuarios, endilgándole al huinca (hombre blanco que daña) el despojo de sus tierras.
Ésa es la misma tierra que -al igual que el resto del país- hoy clama para que vuelva con vida Santiago Maldonado, desaparecido desde hace 13 días cuando la Gendarmería repelió un corte en la ruta 40, a metros de un predio ocupado por mapuches. Maldonado simpatizaba con esa causa.
Ese combate sellado a fuego es el que también hoy dispara una espiral creciente de violencia. Coacciona e intimida. Y en su irracional desenfreno -según dicen en las comarcas andinas-, deslegitima un reclamo territorial que, formulado por otras vías, la Constitución y las leyes argentinas consagran como un derecho de los pueblos indígenas.
En la Justicia se suman hoy más de 70 causas penales vinculadas a la agrupación fundada por Huala, Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). Los delitos van desde privación ilegítima de la libertad y simulacro de fusilamiento a incendios en puestos de estancia, plantaciones forestales, refugios en parques nacionales como el Neumeyer y el Jakob, galpones y maquinarias agrícolas de productores de frutillas, abigeato, sabotaje al tendido eléctrico y hasta la destrucción de un emblema patagónico, como es la legendaria Trochita. Desde hace dos años, el tren a vapor debió reducir de 402 a 25 kilómetros su histórico recorrido por la obstrucción y el corte de sus vías.
"Además de incendiar la estación Bruno Thomae, RAM nos impide atravesar su territorio -cuenta Yanina Sanpedro, coordinadora de Turismo de El Maitén-. Y nosotros no nos arriesgamos a pasar con pasajeros y menos con turistas extranjeros. Es doloroso porque esa locomotora a vapor de 1922 es el orgullo del pueblo y una fuente de ingresos por los servicios de charter, que antes por US$ 10.000 eran contratados por extranjeros para unir en dos días Esquel con nuestro pueblo."
En esa localidad recuerdan otro antecedente incendiario por el que aún lloran los montañistas: la destrucción de un flamante refugio donado al Club Andino El Maitén sobre las nevadas cumbres del Cerro Azul. "Era nuestra vía de escape en una naturaleza sublime, por su sobrecogedora panorámica. Al mes de ser inaugurado RAM lo desmanteló; luego lo redujo a cenizas porque para llegar hasta allí se invadía territorio mapuche", contó Sanpedro.
Los más de 70 focos incendiarios diseminados entre Chubut, Neuquén y Río Negro -eje del wallmapu (el territorio ancestral mapuche)- apuntan sin medias tintas contra "intereses capitalistas, imperialistas y oligárquicos", aunque las mayores víctimas son puesteros de su misma etnia. Desde 2013, los ataques sorpresivos, en áreas inhóspitas y de madrugada, casi imposibles de prevenir en la inmensidad patagónica, han sido públicamente reivindicados por RAM y por el Movimiento Autónomo del PuelMapu (MAP). Uno y otro invocan una representatividad que gran parte de su propia etnia cuestiona y en muy duros términos.
Las comunidades mapuches de Cushamen, por ejemplo, describieron su accionar como actos terroristas. El lonko Raducindo Calfupan exigió el regreso de la Gendarmería a El Maitén para garantizar la paz social y la integridad de personas y bienes.
En la Argentina hay 205.009 mapuches. "Sólo un núcleo aislado de individuos aspiran a instalar por la fuerza una nación mapuche como propone Huala", explicó el aparcero Camilo Nahuelquir. "Pedimos a la gente y a los medios que no asocien a todos con esa violencia", indicó.
El werken (vocero) Antonio Fermín fue aún más categórico: "RAM hace terrorismo y nos denigra porque somos un pueblo pacífico, que jamás dañará a otro hermano mapuche".
La lectura de un informe sobre el grupo, elaborado por el Ministerio de Seguridad, grafica la saña con la que RAM somete a sus pares, como le sucedió a Nicanor Rayel, por ser empleado del grupo Benetton, enemigo declarado de RAM. Frente a su esposa y sus tres hijos, lo sacaron del rancho en medio de la noche, lo conminaron a permanecer dos horas en las gélidas aguas del río Chubut, mientras lo amenazaban de muerte y le disparaban cerca en el agua para que entregara dinero y armas. Luego, le quemaron el puesto.
"El hombre quedó tan traumado, que no logró reponerse psicológicamente", dijo Vivian Huges, administrador de una de las estancias de Compañía Tierras del Sud Argentino (CTSA), el holding de los italianos que concentra cerca de un millón de hectáreas en la Patagonia. Fueron adquiridas a la S.A. Paz y Ochoa en 1991, luego de que un consorcio inglés intentara licuar sus activos en 1982.
El Pu Lof de Resistencia -las 1300 hectáreas usurpadas a CTSA en 2015 de la estancia Leleque por 15 encapuchados- se erigió en un objetivo estratégico por parte de quienes reivindican con armas su pertenencia ancestral a un territorio arrebatado por el huinca.
Reclamos
"Estamos dispuestos a dar la vida para liberarnos del Estado que nos aniquiló como pueblo, nos capturó como esclavos, nos sobornó con alcohol y baratijas y nos explotó pagándonos con vales o nos empleó en estancias por un plato de comida. Es el mismo Estado que nos impuso la nacionalidad argentina, cuando siempre fuimos una nación mapuche; el que confinó a las ciudades, expulsándonos de nuestro territorio, para seguir explotándonos hoy como mano de obra esclava. Es también el que hoy no reconoce nuestros derechos como pueblos originarios."
Así hablan hombres y mujeres de entre 20 y 30 años, en la tierra que ocupan, que es también el escenario de donde el 1° pasado desapareció Santiago Maldonado. Ellos (cinco en total) lucen encapuchados. Lo atribuyen a una persecución judicial y policial en Chubut desde que anunciaron su liberación para expresarse como pueblo mapuche. Los acompañan mujeres, niños y jóvenes de distintas partes del país, que apoyan su causa. En la Justicia sospechan que el predio guarece a miembros de RAM. Ellos lo niegan. Aunque allí precisamente fijó residencia Jones Huala y de allí también se secuestraron en dos allanamientos armas y combustible. El día del operativo la Gendarmería incautó manuales para hacer la guerra, herramientas de labranza y cuchillos, y también folletos que los ocupantes entregaban a los vehículos en los cortes de media calzada sobre la ruta 40, exigiendo la liberación de Huala.
Su discurso no es beligerante. Por el contrario, es cordial y explicativo y se extiende durante muchas horas hasta caer la noche cerca de un fogón. Es entonces cuando otros jóvenes encapuchados irrumpen desde la estepa y se suman al diálogo. Dicen que muchos en esa comunidad se criaron en Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Madryn, Río Gallegos, Puerto Santa Cruz y Bariloche, en hogares donde las madres limpiaban baños y los padres subsistían con trabajos precarios. Crecieron escuchando de sus abuelos historias lacerantes: "Durante la Conquista a las mujeres les cortaban los pechos para que no amamantaran y a sus hijos más grandes los enviaban al Norte como servidumbre", contaron. Les han repetido que los mapuches son vagos y feroces piqueteros. Que provienen del otro lado de la Cordillera y no son un pueblo originario; invasores que en su expansión trasandina exterminaron al tehuelche. Aunque ese punto es sumamente polémico para la antropología moderna. Mientras un antropólogo legendario como el ya fallecido Rodolfo Casamiquela ubica al mapuche en la Araucanía y en el país a partir de 1822, otros afirman que su territorio de poblamiento en la Patagonia data de 10.000 años cuando no existían los Estados nacionales. Además, hubo hibridación y sincronismo cultural entre tehuelches y mapuches, explican.
"Hablar de un mapuche chileno y de un tehuelche argentino es una aberración científica. Tiene la finalidad de desoír los reclamos territoriales de los pueblos nativos para proteger a los terratenientes extranjeros", dijo una investigadora del Conicet que prefirió no ser identificada.
Apoyados en su causa por organizaciones sociales y de derechos humanos, según admitieron los miembros de la toma, la visión política de izquierda revolucionaria se mezcla con conceptos de sustentabilidad ambiental basados en una cosmovisión sacra del suelo y de los recursos naturales.
En su proyecto territorial para crear la Nación Mapuche, que intuyen les insumirá años, no permitirán la extracción de oro ni plata, la explotación forestal, ni la presencia de aserraderos, papeleras, gasoductos, ni hidroeléctricas, como tampoco la actividad petrolera. Son todas esas actividades las que pretenden impedir que CTSA desarrolle en "su territorio recuperado". En su ideario las tierras son exclusivas para el pastoreo, los ranchos de madera, la siembra variada de trigo, papas y habas, árboles frutales, yuyos medicinales y huertas orgánicas y comunitarias. "El mapuche, hombre de la tierra, se funde en un solo ser con el territorio. Ése es el concepto de su espiritualidad, donde los ríos, los árboles y los coirones tienen su espíritu", dicen mezclando palabras en mapudungun (el habla de la tierra). Afirman que no consumen alcohol ni drogas. No repetirán las perdiciones que corrompieron a ancestros, endeudándolos en los mercados de ramos generales.
Señalan que el huinca (también se traduce como ladrón) siempre se aprovechó del mapuche analfabeto, engañándolo y obligándolo a firmar papeles de cesión de tierras cuando el lonko Miguel Niacuche Nahuelquier negoció con Roca la posesión de 625.000 hectáreas para 100 familias en la comunidad de Cushmen. "Así los sometieron sobornándolos. Son los mismos que hoy defienden los intereses de los terratenientes", indican.