Giacometti en FundaciĆ³n PROA
28-11-2012 | Cultura
En esta ocasión, Fundación PROA sirve de escenario al exquisito conjunto de pinturas, dibujos y esculturas realizados por Alberto Giacometti. Óleo, tinta, lápiz, yeso y bronce. Las 140 obras distribuidas en 4 salas, dan cuenta de las búsquedas del artista orientadas a dos cuestiones de la percepción del ser humano: las relaciones entre el individuo y su entorno, y la forma en que el individuo se inscribe en el tiempo.

“La imposibilidad de aprehender la alteridad en su totalidad”. Ni el interior ni la personalidad, representar lo que se ve y no lo que se siente. En esto radicó su interés por subrayar la importancia del punto de vista, reflejar la distancia desde la cual el sujeto es observado, o su posición en el espacio respecto del espectador. La forma parcelada o facetada, porque no es lo mismo mirar algo de frente que de perfil.

“En un hombre todos los hombres”. El devenir existencial en lo que nos rodea y nos envuelve, le permitió no pensar el espacio como un vacío, sino como un intercambio que reconoce un acomodo físico. Alejado de la representación naturalista y académica, la forma es sólo una excusa para acceder al alma, cada uno ve en la obra lo que quiere mirar. La figura espigada y descarnada -en ocasiones casi totémica-, reducida a su mínima expresión, se convirtió en el eficaz vehículo de sus ideas. Importa más por lo que evoca que por lo que evidencia.

La combinación de ambas cuestiones lo llevó a indagaciones que derivaron en series de obras abordadas en etapas sucesivas desde 1925 a 1965: cabezas, jaulas y marcos, figuras y bustos, y monumentos. Series agrupables en tres figuras icónicas: “Cabeza”, “Figura femenina de pie” y “El hombre que camina”, y que condensan una extraordinaria imagen contemporánea.

Surgidas de una reflexión desesperada que intentó situar a los hombres ante la realidad de la Segunda Guerra Mundial, para luego enfrentarlo a lo que ésta dejó cuando acabó. Una realidad habitada por seres que marchaban acompañados pero en profunda soledad. Siluetas fugaces de hombres caminando en una errancia devenida permanente, porque todo rastro de lo eterno ha sido borrado de la vida cotidiana, en la cual no puede establecerse ni hallarse ubicación o localización alguna. El sitio ha perdido lo que lo convertía en un destino, ha perdido el territorio del espacio de la experiencia.