La decisión abrupta de Obama de firmar una versión de compromiso para que el Congreso apruebe o rechace el acuerdo nuclear con Irán, que anteriormente había prometido vetar, fue un lacerante retroceso en su campaña más amplia para actuar sin que el Congreso se interponga en su camino. De cualquier manera, las visiones partidarias permitieron un consenso infrecuente en el ámbito parlamentario: los dos partidos coincidieron en que se equivocó al querer excluirlos de un acuerdo nuclear con Irán.
La Casa Blanca intentó obtener lo mejor de ese retroceso, argumentando que una ley con apoyo del Partido Demócrata y del Partido Republicano sería menos objetable que la versión original. Pero, la concesión del presidente, a la luz de mayorías a prueba de veto, subrayó que hasta sus compañeros demócratas creyeron que se había excedido al intentar operar por su cuenta. Asimismo, el hecho sugirió que puede estar llegando a los límites extremos de su autoridad cuando le quedan 21 meses de mandato.La lucha respecto de si el Congreso debe poder bloquear un acuerdo nuclear con Irán fue un capítulo más de una lucha fundamental entre las ramas ejecutiva y legislativa desde el comienzo de la república. A lo largo de dos siglos, los presidentes, de manera creciente, jugaron un papel más grande en la definición de los asuntos nacionales y externos.
Bill Clinton llevó a Estados Unidos a la guerra en Kosovo sin la aprobación explícita del Congreso. George W. Bush negoció un acuerdo para que las tropas permanecieran en Irak, sin que hubiera una votación de los legisladores.