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El carnaval de La Boca es así: tiene mucho de cotillón, otro tanto de espuma y desborda de emoción. El grito de campeón en esa Bombonera desbordada se mete por los poros. Las tribunas, enormes, parecen una gran mancha azul y amarilla que viene encima. Clarín vivió los festejos del Boca campeón en el campo de juego, allí en donde al Vasco Arruabarrena por fin se le cayeron esas lágrimas que regaron el césped; allí en donde Carlitos Tevez, con todos sus familiares, no paró de festejar como loco por haber conseguido ese título que tanto soñó en sus noches en Italia. En esa Bombonera de fiesta, Nico Lodeiro fue capaz de esconder su garra charrúa por un rato para ponerse una peluca multicolor y cantar junto a su hijo de meses en brazos hasta quedar disfónico. La imagen se repitió constantemente: saludos al Busca (el podólogo del equipo), besos a sus novias o mujeres (todas compartieron el momento el campo de juego), sonrisas, emoción, gritos de desahogo, fotos del Turco (el utilero) con cada futbolista abrazando el trofeo de campeón. Fabián Fiori, siempre cercano al plantel, repartió las remeras con la inscripción de “Volvió todo a la normalidad” que cada uno se calzó arriba de su camiseta del día, custodiada con fiereza ante cada pedido de alguno de los pocos colados que lograron saltar el vallado policial que se armó para que los verdaderos protagonistas puedan festejar en paz.
Diego Markic lloró abrazado a sus hijas tras haber conquistado el título con el club que lleva en la sangre. El profe Gustavo Roberti, la pieza clave del cuerpo técnico para la conducción del grupo, saludó uno por uno a los futbolistas con los ojos cargados de lágrimas. Fernando Gayoso, y el resto de los colaboradores, se abrazaron en la mitad de la cancha con la calma de quien sabe que la tarea se cumplió. En el registro de celular de cada futbolista hoy habrá mucho material para repasar los festejos: las luces de los flashes se multiplicaron en cada esquina. Andrés Chávez filmó todo con una camarita personal, Guille Sara registró cada momento en su celular, los más pibes fueron los primeros en subirse a los parantes de los arcos para iniciar los festejos de cara a las populares. Primero frente a La Doce, cantaron una y otra vez que “Boca ya salió campeón” y que se lo dedicaban a la madre de todos aquellos que los querían ver derrotados. Luego llegó el set contra River. Pidieron un minuto de silencio, movieron las manos de arriba hacia abajo, simulando ser un ascensor, recordando que la Boca es un barrio de Primera, y siguieron cada una de las canciones que se entonaron desde las populares, colmadas desde hacía horas y horas pero de las que no se movió nadie hasta que no se metió en el vestuario el último del plantel.
Las ovaciones para Tevez, Calleri y al Vasco se repitieron. Se oyó el “Uruguayo/Uruguayo” que se ganó Lodeiro; se corearon los nombres del ya histórico Cata Díaz y el del novato Pablo Pérez, quien se sacó una foto con el trofeo junto con su familia, con su papá y sus amigos. Estuvieron todos. Los que más jugaron y los que participaron poco o nada. Los juveniles, aun con sus caras de nenes, buscaron retener en sus ojos cada segundo. Cubas y Pavón, dos chicos que recibieron un cachetazo feo con la Selección Sub 20 en Nueva Zelanda, posaron con las tribunas de fondo para tener para siempre ese momento. A un costado, un Fernando Gago todavía rengo por su lesión, se emocionó después de un rato y también recibió el cariño de los miles de bosteros extasiados.
Juan Carlos Crespi, César Martucci (“la alegría es doble porque el Vasco se va a quedar a pelear la Libertadores”, se animó a contar en la intimidad) fueron los dirigentes en el campo de juego (Daniel Angelici se quedó en el palco y recién bajó al vestuario pasadas las dos horas de festejos) y Horacio Paolini (“Hay agradecer el esfuerzo que realizaron el plantel y el cuerpo técnico”, dijo). Todos miraron los fuegos artificiales y siguieron de cerca esa vuelta olímpica.
Orion, repleto de espuma, fue de los más efusivos en los gritos; Erbes y Colazo, bosteros hasta la médula, el cerebro de cada canción que iniciaron los dirigidos por Arruabarrena, el DT que pidió bajar a los futbolistas de arriba del travesaño para evitar accidentes y lesiones de cara a la final de la Copa Argentina. Incluso saboreando la gloria, el Vasco pensó todo. Papelitos azules y amarillos, banderas de palos y hasta un auto de uno de los sponsors entró a la cancha. El título se festejó como se debe, con alegría, efusividad pero sin caos. La caravana de la alegría se mudó al vestuario. Puertas adentro hubo tiempo para agradecimientos del cuerpo técnico y para pedirles un esfuerzo más para el miércoles. Tevez se adueñó de la escena y todos cantaron que a un mes de las navidades, Boca ya le dejó el regalo a River.
Más fotos y mucho más desahogo, mientras los bosteros ya colmaban el Obelisco y cada rincón del país. Claro, como dice su canción; son la mitad más uno. El pueblo. Y todo el carnaval.
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