Con el boom emprendedor por todas partes, tal vez tengas en mente una idea de negocio, pero también la incertidumbre de echarla a andar, pues no sabes si va a funcionar o no. Sin embargo, existe una manera de minimizar esa inquietud: a través de las incubadoras de negocios.
Se trata de espacios en los que los emprendedores reciben asistencia para desarrollar su idea, mediante la creación de un plan de negocios, evaluando la viabilidad técnica, financiera y de mercado. Además, brindan asesoría legal y para diseñar estrategias de ventas, aportan infraestructura, logística, acceso a financiamiento y vinculación con el ecosistema emprendedor. Adicionalmente, ayudan a hacer prototipos y pruebas piloto para validar la propuesta de valor.
En México existen 189 incubadoras universitarias con metodologías reconocidas por el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem), muchas de ellas se encuentran al interior de las universidades, que se han convertido en generadores de talentos y mentes emprendedoras que están revolucionando el país con su ingenio.
En lugares como Israel o Estados Unidos los emprendimientos de alto impacto surgen alrededor de un polo de conocimiento. “Siempre hay una universidad como la de Stanford, en Sillicon Valley, que siembra la semilla emprendedora en la educación y gestiona la atracción de talento”, afirma Ignacio de la Vega, decano de la EGADE Business School del Tec de Monterrey. La educación, el talento y el acceso a capital, son los ejes que han hecho posible el ecosistema emprendedor en países desarrollados.
Por su parte, Raúl Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Universidades Tecnológicas (ANUT) conformada por 117 escuelas mexicanas, dice que México ha crecido en materia emprendedora educativa, pero considera que debe ser una asignatura de carácter obligatorio en los planes de estudio, y que puede fomentarse a partir de la educación básica para que los alumnos desarrollen su potencial creativo e innovador desde temprana edad.
A continuación te presentamos tres casos de startups que lograron despegar o acelerar su proyecto con el apoyo de las universidades mexicanas.
Una solución para un sector olvidado
En 1980 a la hermana de Gonzalo García le detectaron esclerosis múltiple, una enfermedad que le provocó una cuadriplejia con el paso del tiempo. En 2004, la situación se volvió tan crítica que era riesgoso trasladarla de un lugar a otro, por lo que empezó a buscar una alternativa para desplazarla sin complicaciones.
Al enfrentarse al hecho de no encontrar en el país una solución a su problema, Gonzalo decidió crearla por sí mismo. “Pedí asistencia en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) para construir una grúa versátil”, relata. Pero el prototipo no pudo concretarse por falta de tiempo y el emprendedor optó por conseguir una elevadora en Estados Unidos, que adaptó a la cama de su hermana y al coche.
Al ver que este aparato había mejorado la calidad de vida de la enferma, su hermana le dijo a Gonzalo que aprovechara la experiencia que tenía en varios negocios para ayudar a más personas ofreciendo esa tecnología.
En 2006 el emprendedor junto con su esposa decidieron fundar Accesos Sin Límite, una empresa líder en soluciones para personas con discapacidad motriz en México, que inició importando tecnología de Europa, Estados Unidos y Canadá.
Incubaron la idea de negocio durante 12 meses en Cuautitlán Izcalli en el Estado de México, gracias a la vinculación de la Secretaría de Economía y con apoyo del gobierno municipal. Ahí lograron armar el plan de negocios, analizar el mercado y determinar los productos que podían vender. Además obtuvieron un crédito de 50,000 pesos que ocuparon para comprar tecnología.
Dos años después, estuvieron a punto de cerrar el negocio. Y había una razón para hacerlo: “la tecnología que ofrecíamos era muy costosa y estaba al alcance sólo de los bolsillos más llenos del país”, reconoce el emprendedor. “No estábamos cumpliendo el objetivo que nos propusimos, el de ayudar a las personas”.
La única manera de bajar los costos, era desarrollando su propia tecnología. Invirtieron 4 millones de pesos propios y empezaron a fabricar el prototipo de una grúa versátil. Sin embargo, notaron que no podían sostener el proyecto por si mismos a largo plazo. En 2009, se aceleraron en la Universidad Anáhuac Norte, en donde consiguieron varios fondos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para seguir innovando.
Hoy, Accesos Sin Límite cuenta con un amplio portafolio de soluciones, entre éstas, una rampa para trasladar a las personas de la silla de ruedas al coche, control de manejo, grúas elevadoras, sillas de baño, entrenadores, y scooters portátiles con tecnología avanzada para mejorar la movilidad de las personas con discapacidad física. Además, crearon un app para ubicar sitios accesibles a como hoteles, restaurantes, centros comerciales, cines, teatros y oficinas.
A pesar de que el mayor reto ha sido la capacidad económica para desarrollar más tecnología, la empresa creció un 30% en los últimos dos años gracias al equipo que lograron conformar, entre diseñadores, ingenieros en mecatrónica, doctores con diferentes especialidades, al apoyo de las universidades y Conacyt.
Actualmente opera en México, aunque han tenido ventas en Centroamérica y Sudamérica.
Gonzalo dice que el sector de la discapacidad en México está descuidado y que su apuesta es atender a los 2.6 millones de personas con discapacidad motriz que hay en el país, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2014. Entre los planes a futuro está el lanzamiento de un equipo para que estas personas puedan abordar transportes privados como Uber o Cabify; un exoesqueleto para niños y adultos; y dispositivos para monitorear el uso de equipos y el avance del paciente a distancia.
Accesos Sin Límite logró despegar gracias a la incubación y aceleración, y ahora el emprendedor planea operar en países de América Latina, aunque su prioridad es atender el mercado mexicano. “Nuestra misión es crear tecnología que esté al alcance de las familias mexicanas para mejorar su calidad de vida”, afirma Gonzalo, “levanto la cara al cielo y le digo a mi hermana: misión cumplida”.
Tecnología para el campo
Juan Antonio y Oscar Castellano hicieron sus primeros ingenios de robótica mientras estudiaban Ingeniería en Mecatrónica en la Universidad Tecnológica de León, hace más de 10 años. Cuando se graduaron en 2011, no tenían muy claro la industria en la que podían aplicar sus conocimientos. Cuatro años después, vieron una oportunidad para emprender en el sector agrícola.
Desarrollaron un sistema dosificador automatizado para sembrar granos como maíz, sorgo, frijol y soya en los campos del municipio Manuel Doblado en Guanajuato. Esta tecnología que funciona a través de un gps y una consola digital, permite sembrar de forma sencilla y precisa, contabilizar las semillas, plantar en círculos y alertar fallas en los cuerpos de siembra.
Su rendimiento es de 7 a 10 km por hora, lo que permite sembrar hasta un 30% o 40% más rápido que las máquinas típicas en terrenos de 50 a 100 hectáreas. Además, es un equipo ligero que puede adaptarse a las máquinas mecánicas como los tractores, utiliza menos diesel y es apto para cultivar en situaciones de climas extremos como en épocas de lluvias.
Cuando los emprendedores iniciaron este negocio en 2015, todavía trabajaban en un hospital como ingenieros en mantenimiento y operaban una carpintería que aún conservan, pero después se dedicaron de tiempo completo a crear su marca, Abbatron. El primer paso fue asociarse con Sembradoras Dobladenses, la empresa que hasta la fecha les brinda infraestructura y capital para desarrollar su propia tecnología.
Gracias a la alianza comercial con esta empresa, Oscar y Antonio pudieron validar su ingenio en el mercado mexicano. Desde entonces, Sembradoras Dobladenses integra la tecnología que diseñaron estos emprendedores en las máquinas de siembra que ofrece. A cambio, Oscar y Antonio reciben una parte de las utilidades por cada equipo que se vende.
Un año después, hicieron el primer prototipo en el Centro Incubador Empresarial (CIEM) de la Universidad Tecnológica de León. “Gracias a la incubación pudimos formalizar el proyecto, hacer un plan de negocios, calcular costos, tramitar la patente, analizar el mercado, contabilizar los procesos y diseñar estrategias de mercadotecnia”, dice Antonio.
Esta solución ya existía en Estados Unidos, pero debido a su alto costo superior a 700 mil pesos, no es accesible para el sector agrícola en México que aporta el 4% al PIB nacional y en donde la fuerza laboral es de 5.5 millones de personas, según la Sagarpa. Por eso, los emprendedores decidieron empezar a atender a este mercado con tecnología mexicana que cuesta alrededor de 300 mil pesos.
Ellos se encargan de diseñar y fabricar los sistemas de control, cerebros, consolas, controles, y sensores para automatizar los procesos de siembra, mientras que Sembradoras Dobladense se ocupa de comercializar esta tecnología. Por ahora es el único canal de ventas que tiene Abbatron, aunque buscan ampliar su mercado y la cartera de clientes.
Los emprendedores dicen que hace falta más tecnología mexicana para enfrentar el rezago que tiene el mercado mexicano de la automatización, pues en industrias como la agrícola y del calzado, hay muchas pymes que todavía no implementan tecnologías digitales en los procesos de producción. “Están atrasados por el alto costo de las tecnologías extranjeras, falta de estandarización en los procedimientos y capacitación para usarlas”, afirma Oscar.
Y esa es la meta que tienen estos emprendedores, abastecer de tecnología mexicana a las pymes con equipos de calidad y accesibles. Antonio adelanta que el sistema dosificador que fabricaron podría lanzarse de manera oficial en un corto plazo y planean operar de forma independiente una vez que la empresa logre sostenerse con su propia facturación. Su visión es clara y ambiciosa: “queremos ser una empresa innovadora y líder en el desarrollo de tecnología en México, para impulsar el desarrollo en el campo y con eso el progreso de nuestro país”.
El negocio de los insectos
Roberto Celis hizo de los insectos comestibles su propio negocio, después de trabajar 10 años en el sector financiero como directivo y contador fiscalista. En 2013 renunció a su carrera para emprender por primera vez. “Había una parte de mi que ya no quería estar en la oficina. Pensaba hacer algo innovador, que tuviera futuro en el mercado y que pudiera ayudar a alguien”, recuerda Roberto.
Su apuesta fue la creación de Be-xoo, una empresa mexicana con una línea de productos gourmet y orgánicos, elaborados con chapulines, escamoles y gusanos de maguey que se cultivan en tierras áridas libres de químicos y pesticidas. Entre los productos están, una barra proteíca con harina de chapulín, escamoles en presentación de 100g, churritos de amaranto con proteína de chapulín, pasta, helados y nieves hechos con escamoles.
Su principal target es el sector restaurantero de la Ciudad de México, área metropolitana y hoteles de cinco diamantes en la Riviera Maya, aunque algunos productos también se venden en City Market, tiendas naturistas, 100% natural, tienda UNAM y proximamente en Chedrahui. Además, abastece gusanos de maguey a la industria mezcalera en nuestro país.
Todo comenzó en 2012, cuando Roberto conoció a unos pequeños productores de escamoles que estaban a punto de cerrar su negocio. Después de ayudarlos con un análisis de costos, financiero y organizacional que los salvó del fracaso, decidió profesionalizar el negocio de los insectos comestibles y crear su propia marca. “Empecé vendiendo escamoles en los restaurantes de Polanco y Condesa, tocando puertas para presentarles el producto”, recuerda Roberto.
El emprendedor logró ganarse la confianza de los clientes rapidamente, gracias a que ofrecía productos de calidad, una buena atención al cliente, facturación y servicio post-venta. Y aunque el negocio marchaba bien, decidió incubar su idea durante seis meses en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para llevar el negocio a un nivel más alto.
Roberto reconoce que Be-xoo empezó a crecer gracias a la vinculación que obtuvo en la universidad con el Instituto Nacional de Emprendedor, el Conacyt, alumnos y especialistas en diferentes áreas, como ingenieros en alimentos, químicos, diseñadores y mercadólogos para innovar en la preparación de los alimentos, procesos de producción y diseño de empaques. “La UNAM te enseña a formar equipos multidisciplinarios y es un trampolín para colocarte en diferentes esferas de negocio”.
Ahora Roberto se ocupa de gestionar el cultivo y la producción de insectos, mientras que la elaboración de los alimentos se realiza con ayuda de socios comerciales. Be-xoo puede producir hasta 15 toneladas de su producto estrella, el escamol, en Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Hidalgo y Chihuahua, y genera 1000 empleos directos a campesinos que viven en zonas de extrema pobreza.
El emprendedor explica que los insectos son una alternativa sustentable y saludable para seguir produciendo proteína, pues contienen hasta un 30% más de este nutriente que la carne, es libre de hormonas, toxinas y grasas saturadas. Además, podrían abastecer a los 10 mil millones de personas que habrá en el mundo en 2025, porque el ganado y la pesca ya no serán suficientes, según Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Y México podría atender esta insuficiencia, pues es uno de los países más ricos en insectos comestibles a nivel mundial, con más de 500 especies, según la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Roberto asegura que ha tenido fracasos y desiluciones en esta aventura emprendedora, pero considera que son parte del negocio y que le han permitido seguir avanzando. Entre los planes a futuro está vender los productos de Be-xoo en las cooperativas de las escuelas, acelerarse en los próximos meses y exportar a partir del próximo año a Estados Unidos, Europa y Asia.