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Los avances tecnológicos y las exigencias de la nueva generación enfrentan a las grandes compañías a la necesidad de asumir modificaciones en sus estructuras y procesos internos. Hoy por hoy, sin adaptación no hay supervivencia. En medio de ese torbellino de cambios exponenciales en el que todos trasluchan sus velas para poder seguir en carrera, surge una nueva forma de entender la relación laboral con un staff al que ahora hay que seducir, mimar, cuidar, motivar, escuchar y fidelizar.
Los grandes monstruos de los negocios se ven sometidos a la presión de innovar o desaparecer. Hay muchos ejemplos en la historia: Kodak, Polaroids, Blockbuster, General Motors y Remington, entre otros.
De aquí nace una dinámica (inimaginable hace años atrás) de respeto y de hasta cierto temor hacia los pequeños emprendedores que, incluso con pocos recursos y escasa experiencia, pero con enorme pasión y algunas buenas ideas, pueden generar industrias adyacentes que sentencien a muerte a un gran dinosaurio. Pensemos en WhatsApp o Spotify, que cambiaron la manera en la que nos comunicamos o consumimos música (y el dinero que estamos dispuestos a sacar de nuestros bolsillos para hacerlo). Pensemos en Netflix que hirió de muerte a Blockbuster Pensemos en Uber o en Airbnb. Ambas compañías valen miles de millones de dólares. La primera está revolucionando el mundo de la movilidad sin tener un solo taxi, ni una sola licencia. La segunda pelea mano a mano con las grandes cadenas hoteleras, a pesar de que no tiene un ladrillo, ni una almohada. Sin embargo, lo que ambas poseen es una gran idea, bien instrumentada. Y lo que cuenta, lo que da valor en esta nueva Era del Conocimiento son precisamente eso: las ideas, el conocimiento, las soluciones ingeniosas capaces de impactar en la vida de millones de personas.
MUCHAS COMPAÑÍAS RECURREN AL CHANGE MANAGEMENT PARA AYUDAR A SUS EMPLEADOS A CAMBIAR LA MENTALIDAD Y LA FORMA DE TRABAJO PARA ADAPTARSE A LOS NUEVOS TIEMPOS Y SUMAR INNOVACIÓN
Al mismo tiempo, las nuevas formas de emprender, más rápidas y baratas, el modelo de "lean start up" en el que se hacen ensayos de prueba y error a muy bajo costo, el apoyo de todo tipo al ecosistema emprendedor y la cantidad de personas que, en varios países del mundo, pasan día y noche tratando de "dar en tecla", llevan a que cada vez sea más fácil que, desde un garaje, salga una idea disruptiva que ponga patas para arriba a un modelo de negocios tradicional.
Esta apertura hacia la innovación exige una mentalidad más arriesgada y menos conservadora que las que suelen verse en los directorios de las grandes compañías. Sin embargo, seguir el curso tradicional o negarse a abrir las puertas a los inquietos, está cada vez menos en la lista de opciones estratégicas. Una vez más la premisa darwiniana: ni el mejor, ni el más grande, ni el más apto; sino el que sepa y pueda adaptarse mejor a circunstancia, que cambian a velocidad vertiginosa.
Por eso ahora, compañías como las disqueras, abren las puertas y sientan en sus mesas a los emprendedores. Ya conocen, en carne propia, el precio que se puede pagar si se busca dar la espalda a lo que se viene. La única forma es escuchar, colaborar, pensar juntos y, de ese modo, tratar de, por lo menos, no quedarse afuera de la cadena de valor de su industria. Así es que, cada vez, las compañías acepan la llamada "innovación abierta" en la cual las empresas van más allá de los límites internos de su organización y cooperan con profesionales externos para sacar adelante los proyectos de estrategia y para poner en el mercado sus productos y tecnologías innovadoras.
Esta apertura y colaboración con universidades y centros de innovación alivia las inversiones imperiosas en innovación propia y/o actualización IT. Todo un dilema para las empresas que cotizan en bolsa y a quienes les cuesta monetizar ideas porque deben concentrarse en cumplir con el rendimiento a corto plazo de las demandas de los accionistas.
"LOS GERENTES DE LAS GRANDES COMPAÑÍAS TIENEN QUE CAMBIAR SU ROL, NO SER TRABAS, SINO FACILITADORES. DEJAR FLUIR LA INNOVACIÓN DESDE ABAJO HACIA ARRIBA"
Mariano Mayer, secretario de Emprendedores y Pymes de la Nación, quien conoce muy bien el ecosistema de la región y del mundo, echa luz sobre estas cuestiones y advierte cómo el foco ya no puede reducirse solo a atender la rentabilidad y las finanzas, sino que ahora las empresas se enfrentan a la exigencia de exhibir un "propósito", una "misión", una "razón de ser", un impacto concreto en la sociedad que trascienda la sola capacidad de generar dividendos. "Las grandes compañías se dieron cuenta que en estos últimos 30 años han creado poco valor. Se dedicaron más a la eficiencia o las finanzas, pero llegó un momento, sobre todo a partir de los avances tecnológicos tan disruptivos, en donde necesitan, de verdad, empezar a innovar, no solo para ser más competitivos, sino para ser más sustentables. Eso es lo más interesante."
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