El papa Francisco criticó este lunes el gasto de fondos públicos en armamento y afirmó que la gente ignora cuánto se destina a ello y “¡sin embargo, deberían saberlo!”, en un duro mensaje de Navidad en el que pidió la paz para los diferentes conflictos en el mundo, comenzando con la guerra en Gaza.
Para Argentina, el sumo pontífice escribió una carta de puño y letra que fue leída frente al congreso, donde más de 4.000 personas en situación de calle asistieron a la cena de Navidad.
En domingo, después de rezar el Ángeluz por la celebración de la Navidad, el papa Francisco llamó a "no confundir la fiesta con el consumismo" y expresar cercanía con los "hermanos que sufren por la guerra, la miseria, el hambre y la esclavitud".
El mensaje de Navidad del Papa, leído desde el balcón de la logia central de la fachada de la basílica de San Pedro antes de la bendición ‘urbi et orbi’, se convirtió en un verdadero alegato contra los fabricantes de armas.
“Para decir no a la guerra es necesario decir no a las armas. Porque si el hombre, cuyo corazón es inestable y está herido, encuentra instrumentos de muerte entre sus manos, antes o después los usará. ¿Y cómo se puede hablar de paz si la producción, la venta y el comercio de armas aumentan?”, preguntó el papa.
Y afirmó: “La gente, que no quiere armas sino pan, que le cuesta seguir adelante y pide paz, ignora cuántos fondos públicos se destinan a los armamentos. ¡Y, sin embargo, deberían saberlo!”
El papa Francisco y la "desesperada situación" de los palestinos de Gaza
Francisco volvió a advertir sobre la "desesperada situación humanitaria" de los palestinos de Gaza, y pidió en su mensaje de Navidad la liberación de los rehenes todavía retenidos por Hamas y un nuevo alto el fuego entre el movimiento islamista e Israel.
"Renuevo un llamado apremiante para la liberación de quienes aún están retenidos como rehenes. Suplico que cesen las operaciones militares, con sus dramáticas consecuencias de víctimas civiles inocentes", expresó Francisco en su tradicional bendición "urbi et orbi" a la ciudad de Roma y al mundo.
Pidió además que "se remedie la desesperada situación humanitaria permitiendo la llegada de ayuda" a la Franja de Gaza, que está asediada y bombardeada por Israel desde hace más de dos meses y medio.
El líder espiritual de los católicos del mundo expresó su deseo de que "no se siga alimentando la violencia y el odio, sino que se encuentre una solución a la cuestión palestina, por medio de un diálogo sincero y perseverante entre las partes".
Un llamado a la paz
Desde los ataques de Hamas a territorio israelí del 7 de octubre y la inmediata respuesta de Israel, Francisco hizo reiterados llamados a un acuerdo en la región y advertencias sobre la situación humanitaria en la Franja.
Hoy, reclamó para ese eventual entendimiento "una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional", y enfatizó la consigna de "no a la guerra, sí a la paz".
Cómo fue la Nochebuena en Belén
En una nota firmada por William Booth y Sufian Taha, el Washinton Post contó cómo fue la Nochebuena en Belén: "En esta época del año, Belén debería resplandecer de luz y cantos. El domingo el ambiente era tranquilo y sombrío, las celebraciones públicas canceladas a causa de la guerra en Gaza. No hubo desfiles, ni villancicos, ni árboles de Navidad. La misa de medianoche se llenó de cristianos palestinos locales que normalmente no conseguirían un asiento", escribieron.
El patriarca del Papa observa una Nochebuena sombría en Belén, fue el título del artículo, en donde siguen al cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, encargado de supervisar las iglesias católicas de Israel, Jordania, Chipre, así como Cisjordania y Gaza. "Es el representante del Papa Francisco en Tierra Santa. No es un trabajo fácil".
Según cuentan, Pizzaballa entró en la antigua ciudad de Belén a través de una puerta metálica construida en un alto muro de hormigón junto a una torre de vigilancia del ejército israelí quemada por los cócteles molotov y cubierta de pintadas.
Booth y Taha, relataron: el cardenal llegó en procesión desde Jerusalén hasta Belén, en la Cisjordania ocupada, para celebrar la Misa de medianoche en la Iglesia de la Natividad, basílica del siglo VI construida sobre la gruta donde, según la tradición, nació Jesús.
Después de atravesar el puesto de control israelí en un sedán VW, su séquito recorrió las calles semivacías bordeadas de tiendas semivacías, junto a un facsímil de un mural de Banksy que mostraba una paloma de la paz con un chaleco antibalas. Había fuerzas palestinas dispersas sosteniendo escudos antidisturbios que no necesitaban. No había nadie en las carreteras.
En la plaza del Pesebre, en el centro de la ciudad, donde habitualmente se alza un gigantesco árbol de Navidad, sólo había un sombrío pesebre, con figuras fantasmales grises que representaban a la Sagrada Familia, rodeado de alambre de espino y escombros esparcidos, con un bebé envuelto en un sudario blanco.
El patriarca, por primera vez, llevaba un kaffiyeh blanco y negro, símbolo del nacionalismo palestino, alrededor del cuello, sobre su túnica roja. Normalmente, el líder religioso es recibido por cientos de Boy Scouts palestinos que marchan tocando la gaita con gran entusiasmo.
Este año se concedió el honor de escoltar a una tropa solitaria, y los jóvenes scouts permanecieron en silencio, con pancartas en las que se leía "queremos vida, no muerte" y "benditos sean los artífices de la paz".
Antes de entrar en la Iglesia de la Natividad, el cardenal se detuvo y dirigió unas palabras a la pequeña multitud, en su mayoría periodistas. "Tenemos que detener los bombardeos", dijo. "Devolver a la gente a la vida normal. No puedo decir de vuelta a sus casas, porque no tienen casas a las que volver".
En su homilía, habló del "odio, el resentimiento y el espíritu de venganza" en nuestros corazones. Pidió a la gente que buscara la luz.