Nueve de cada diez argentinos están ajustando sus gastos y casi siete de cada diez admiten que lo hacen por necesidad, de acuerdo con el último relevamiento de la empresa Taquion.
Más precisamente, el 65,7% de quienes están reduciendo sus gastos reconoce que lo está haciendo porque “no tiene otra alternativa para subsistir”, en tanto que el 33,8% lo hace “convencido” porque “lo que viene es mejor para todos”.
Otra encuesta, llevada a cabo por la consultora Analogías entre 2495 personas consultadas telefónicamente en el orden nacional entre el 20 y el 23 de febrero, preguntó “¿A quién cree usted que está ajustando principalmente el Gobierno?”. El 54,7% respondió “a los trabajadores y jubilados” y solo el 25,6% mencionó “a la casta política”, en tanto que el 19,6% dijo no saber.
Esta última empresa encuestadora, que tiene como habituales clientes a sectores del kirchnerismo, también consultó a la población quién tiene más responsabilidad en la escalada actual de los precios. El mayor número de respuestas apuntó al gobierno de Alberto Fernández (42,6%), en tanto el 31,4% la atribuyó al gobierno de Milei y el 16,6% culpó a ambos gobiernos por igual, al tiempo que el 9,4% dijo no saber.
Si bien el nivel de aprobación del Gobierno y la propia imagen positiva del presidente de la Nación ostentan porcentajes razonablemente elevados teniendo en cuenta las dificultades socioeconómicas que atraviesa la Argentina, la opinión pública se encuentra bastante dividida a la hora de justificar el ajuste. Hay una coincidencia general en que el ajuste es inevitable, pero diferencias acerca de si está recayendo en quienes más deberían ajustarse.
Atendiendo a ese reclamo, el Gobierno se ha esforzado en los últimos días por instalar en la sociedad el combate contra la corrupción. El ejemplo más gráfico, al margen de las acciones derivadas del escándalo de los seguros contratados por los organismos oficiales durante la presidencia de Alberto Fernández, lo dio Milei cuando inauguró el ciclo lectivo en el colegio Cardenal Copello y destacó la tarea que está desarrollando la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, de quien dijo que es “una máquina de encontrar curros” en la administración pública.
Ayer, durante una entrevista que ofreció a LN+, Milei expuso su desagrado con el aumento en las dietas que se fijaron los diputados nacionales: “Que no me vengan con que la están pasando mal porque hay muchísima gente que la está pasando peor. El 60 por ciento de la Argentina es pobre”, afirmó, luego de solicitarle al presidente de la Cámara baja que deje sin efecto ese incremento en los sueldos de los legisladores y que estos voten si corresponde o no, para que quienes defienden esa medida queden expuestos ante la sociedad.
El tono firme pero a la vez más sereno que ofreció el Presidente en la entrevista que le hizo el periodista Esteban Trebucq fue destacado por distintos observadores como un cambio positivo. En tal sentido, el estilo y la forma de comunicación de Milei vienen siendo puestos en tela de juicio no solo por dirigentes políticos de la oposición, sino también por algunos líderes de opinión y por buena parte de la sociedad en general.
El citado estudio de opinión pública de Taquion, al consultar a la población sobre la forma de comunicar de Milei en sus redes o en medios de comunicación, destaca que para el 45,9% de la gente el Presidente debería modificarla y comunicar de manera más formal, respetando las instituciones. El 26,5% cree que el jefe del Estado debería mantener su estilo, pero no olvidarse de que ahora es Presidente. Solo el 23,5% considera que la forma de comunicación del primer mandatario es correcta. El relevamiento fue concluido el 30 de enero entre 1621 personas consultadas en forma online.
Acerca del estilo presidencial, la más reciente encuesta de Jorge Giacobbe & Asociados, concluida el 28 de febrero entre 2500 personas consultadas a través de dispositivos móviles en el nivel nacional, aporta un interesante dato. El 24,8% coincide en que “las acciones y el estilo de Milei están absolutamente calculados”; el 38,8% cree que “las acciones de Milei están calculadas, aunque su estilo es espontáneo y tiene una personalidad fuerte, pero no está loco”, y el 36% considera que “nada de lo que hace Milei está calculado y está totalmente loco”.
La explicación que ofreció Jorge Giacobbe sobre esta última percepción se relaciona con una posición emocional del electorado kirchnerista. En tal sentido, señala que 35 de los 36 puntos porcentuales de personas que juzgan que Milei está loco se asocian con una imagen negativa del Presidente. “Quienes creen que está absolutamente loco son quienes lo detestan”, reflexiona.
En cambio, según el consultor, del 53,6% que dice tener una imagen positiva de Milei, “alrededor del 20 por ciento cree que el Presidente es un genio de la actuación, mientras el treinta y pico restante considera que tiene una personalidad fuerte pero no lo considera un loco”. La imagen negativa del Presidente alcanza el 42,1% y la imagen regular, el 3,8%, de acuerdo con el estudio de Giacobbe & Asociados.
El interrogante que hoy orienta a los analistas de opinión pública pasa por dónde se ubicará la frontera de dolor tolerable por cada uno de los argentinos. De ella dependerá el nivel de apoyo al gobierno de Milei y la prolongación o el abrupto final de una luna de miel que, hasta el momento, parece extenderse pese a los efectos de la inflación en la caída del poder adquisitivo de la población.
Hay quienes comparan a la opinión pública argentina con quienes, de pronto, se ven en la necesidad de recurrir a un tratamiento kinesiológico. Con cierta frecuencia, si se les recomiendan veinte sesiones de rehabilitación, la gran mayoría coincidirá en que son necesarias, pero no todos llegarán hasta el final y algunos asistirán a las primeras tres o cuatro sesiones entusiasmados hasta que, en determinado momento, verán quebrada su voluntad y abandonarán el tratamiento.
Algo de esto puede reflejarse en la sociedad argentina y en el tiempo que cada uno de sus miembros está dispuesto a concederle al gobierno de Milei para ver mejoras. Según la consultora Taquion, el 54% de la población no está dispuesta a esperar al Gobierno más de seis meses, en tanto que el 46% sí estaría dispuesta a esperarlo por más tiempo: el 16%, entre seis meses y un año; el 14%, entre uno y dos años, y otro 16%, más de dos años. El dato positivo para Milei es que, en diciembre último, el porcentaje que se declaraba decidido a esperar mejoras más de seis meses llegaba a solo el 30%, lo cual demuestra que el nivel de tolerancia hacia el Gobierno ha crecido.