El Gobierno no dispondrá en el plazo esperado (dos semanas) de la Ley Bases ni del paquete fiscal. Esa certeza se llevó del Senado el ministro del Interior, Guillermo Francos, después de asistir a una maniobra de Unión por la Patria para intentar invalidar todo el proceso y escuchar exposiciones de senadores (PRO y UCR) que no comulgan con aquel bloque intransigente. Victoria Villarruel, la vicepresidenta, debe aún trabajar mucho para garantizarse que los proyectos resulten finalmente aprobados. Está lejos, no menos de seis votos, de poder ofrendarle a Javier Milei el primer éxito parlamentario de su gestión, que arrancó con la media aprobación en Diputados.
En el mejor de los casos, según se puede apreciar, La Ley Bases y el paquete fiscal retornarán a la Cámara Baja con modificaciones. Sería lo mejor, teniendo en consideración dos aspectos. El hipotético rechazo obligaría al Poder Ejecutivo a archivar aquellos proyectos hasta el año próximo. Diputados posee la voluntad manifiesta de darle rápido okey si llega a regresar desde el Senado. Pretende que el Presidente disponga de las herramientas para que exhiba ante la sociedad qué capacidad de gestión real puede desarrollar.
Esa realidad empezaría a colocar en jaque el cronograma del Gobierno. Milei supuso que llegaría al Pacto de Mayo marcado como hito en su agenda política con la consagración de ambas leyes y el acompañamiento de la totalidad de los gobernadores. No sucederá ninguna de tales cosas.
Incluso, en el horizonte amanece la posibilidad de una competencia que podría resquebrajar aquel sentido fundacional que el Presidente buscó con su convocatoria colectiva cuando inauguró el primer día de marzo las sesiones ordinarias del Congreso. El gobernador de Chubut, Ignacio Torres, declaró que aspira a promover un Pacto Federal que circule en paralelo al Pacto de Mayo. El mandatario pertenece al PRO y en su momento, cuando arrebató el poder al PJ, fue bendecido por Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
Torres contaría con el aval de gobernadores de la región centro. Al menos a tres de los patagónicos los tendría adentro. Debe trabajar todavía sobre algunos territorios de la zona norte en los cuales predomina el peronismo. Hace hincapié en un tema que Milei no tuvo en cuenta en el Pacto de Mayo. Se potenció con aquella multitudinaria manifestación de docentes y universitarios de semanas atrás. “En ningún acuerdo puede faltar la defensa irrestricta de la educación pública”, puntualizó.
El progreso de aquel grupo de mandatarios asoma acicateado por la falta de formalización del Pacto de Mayo. Milei anunció que se hará en Córdoba. Ese propósito no naufragó. Pero Martín Llaryora, el gobernador de la provincia no recibió todavía ninguna instrucción de parte de la administración nacional. Existe una logística que debe ser puesta en marcha.
Aquellas dificultades políticas e institucionales del Gobierno aparecen acentuadas por un desafío coordinado de la oposición en las calles. Se trata, imaginariamente, de un juego de pinzas tendiente a generar el desafío más apremiante para Milei en estos cinco meses de poder. En la última jornada hubo más de 500 cortes en todo el país promovidos por organizaciones sociales. Incluso uno en Buenos Aires, que pretendió establecer un cerco sobre la residencia de Olivos, contó con la distracción de Axel Kicillof. El gobernador bonaerense viene militando públicamente para que la Ley Bases y el paquete fiscal sean rechazados en el Senado.
Una sintonía idéntica corre por cuenta de Cristina Fernández. La ex vicepresidenta había reaparecido días antes, con duras críticas a Milei, de la sanción de las leyes en Diputados. Ahora aprovecho el natalicio de Eva Perón para organizar un acto en el Instituto Patria. Inauguró el Salón de las Mujeres del Bicentenario y volvió a derramar cuestionamientos sobre el rumbo y las iniciativas libertarias.
La CGT apretó ahora todas las tuercas
La coronación de la ofensiva planeada mientras el Senado debe resolver la suerte de las leyes libertarias tendrá su expresión culminante con la segunda huelga nacional de la Confederación General del Trabajo (CGT). A diferencia de lo que ocurrió con la primera, el 24 de enero, en esta oportunidad los dirigentes cegetistas se encargaron de apretar muy bien todas las tuercas. Lograron la adhesión de los gremios del transporte. No habrá colectivos, trenes, subtes ni aviones. Condición indispensable para que cualquier medida de fuerza cuente con una plataforma inicial de éxito.
El clima aflora además visiblemente más hostil que en el verano. Aquel resultó un testeo público pacífico. El sindicalista Edgardo Llano, que conduce desde el 2004 la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), convocó a que sean escrachados en los vuelos de Aerolíneas Argentinas los senadores que voten a favor de la Ley Bases. Una moción similar, en un plano general, realizó Pablo Moyano, uno de los secretarios cegetistas.
La influencia del hijo del líder camionero resultó determinante para que la medida de fuerza se mantuviera después de las concesiones que el Gobierno hizo con la reforma laboral. Quizás haya pecado de ingenuo cuando supuso que una presencia de Hugo Moyano en la Casa Rosada (12 de abril) y el posterior ablandamiento de aquel proyecto podrían arrojar algún resultado provechoso.
Es cierto que los sindicalistas no son ni los universitarios ni los docentes. Los gremios constituyen de las peores organizaciones valoradas por la sociedad. La Universidad de Buenos Aires es, por lejos, la mejor. Estimaciones de la consultora Poliarquía. Aquella bala le entró de tal modo al gobierno que la ministra de Desarrollo Social, Sandra Pettovello, y el secretario de Educación, Carlos Torrendell, tienen desde entonces abierto un canal de diálogo con los rectores nacionales.
Al desafío callejero el Gobierno parece enfrentarlo con los argumentos de siempre. La reaparición de los “gordos cegetistas”, de Cristina y de la familia Moyano podría ayudarlos a retener la clientela electoral que los llevó al poder. Una franja social heterogénea que también sufre con el ajuste y la recesión económica. Pero antepone a ese sufrimiento la convicción de no querer un regreso a aquel pasado.
Puede que tal razonamiento perviva a sólo cinco meses de inaugurado el Gobierno. Puede que Milei, además, espolee expectativas con sus salidas al exterior y la promesa, de matriz menemista, que la Argentina será “la próxima meca de Occidente”. Pero en algún momento, quizás no tan lejano, la sociedad empezará a reclamar más que un simple resguardo del espanto.