Carlos Menem diseñó una Corte Suprema obediente para avalar las reformas y blindar el Gobierno; Néstor Kirchner armó un nuevo tribunal para desarmar el menemista; Mauricio Macri designó a dos jueces que modificaron el poder interno entre los supremos. Todos los gobiernos han tenido la tentación, por necesidad o conveniencia, de contar con una Corte afín o evitar que se transforme en una traba. Javier Milei persigue lo mismo.
La postulación de Ariel Lijo responde a ese apotegma. Más allá de los apoyos y rechazos que genera el magistrado, a quien le adjudican un estrecho vínculo con todos sus pares de Comodoro Py, hay funcionarios que no están de acuerdo con el momento elegido por el Presidente para discutir la integración de la Corte. “No era ahora, había que esperar más brotes verdes, tener más volumen político”, advierte un mileísta a ultranza.
Aparecer negociando con el kirchnerismo -Santiago Caputo y Eduardo De Pedro- vacantes de jueces y la ampliación de la Corte, con la posibilidad de que Cristina Kirchner pueda designar a uno o dos futuros integrantes, causa escozor entre los propios libertarios.
En el ámbito judicial, el debate es otro. “Todos están discutiendo si Lijo tiene los votos, pero nadie se pregunta cómo le va a caer si fracasa su postulación. ¿Creen que va a volver a su juzgado como si nada después de quedar tan expuesto?”, plantea un miembro de la familia judicial. Si eso ocurriera, sepultará las chances de Lijo de volver a candidatearse para la Corte. El día después de ese posible escenario empieza a preocupar.
Lijo tiene varias causas bajo su órbita que, por ahora, duermen en su juzgado. Dos que involucran a Mauricio Macri, una contra el Correo Argentino por la condonación de una deuda al Estado durante su gestión; y otra reciente por la denuncia de Mariano Macri, hermano del expresidente, contra el grupo Socma. También aguarda una denuncia por defraudación al Estado por el vaciamiento de YPF que pone en la mira a Cristina Kirchner y a Axel Kicillof; y otra que apunta a la esposa de Sergio Massa y ex titular de Aysa, Malena Galmarini, por la licitación de vehículos. La única que tiene vinculada a Milei, es la demanda en su contra de Jorge Lanata por injurias.
Por estos días queda expuesta la debilidad política del Gobierno ante la oposición en el Congreso pero también hacia adentro, en los bloques propios en Diputados y en el Senado. Todo terminó con las separaciones de Lourdes Arrieta y Francisco Paoltroni. Pero continuaron las discusiones superficiales que mixean lo público y lo privado, como la de Lilia Lemoine y Marcela Pagano.
Como la preocupación alcanzó al propio mandatario, no llama la atención que pese a haberse ido de la peor manera del gabinete, con sospechas de espionaje, el exjefe de Gabinete Nicolás Posse mantenga contactos periódicos con Milei y con el ministro Luis Caputo, y siga teniendo llegada a funcionarios de segunda y tercera línea.
Algo similar ocurre con Oscar Zago, uno de los primeros libertarios, que se fue del bloque de diputados de LLA. Milei le había prometido “en breve nos juntamos” cuando cruzaron mensajes elogiosos. Zago era uno de los que venían batallando por la alianza legislativa entre La Libertad Avanza y el PRO y le había oído decir al Presidente “vayan acostumbrándose a una coalición con el PRO”. Si bien venía dialogando con el macrismo, y en algún momento Martín Menem lo sondeó para regresar al bloque, lo que pretendía Zago era la foto que se dio días atrás con Milei sentado a la cabecera de una mesa con legisladores de los dos espacios.
Mientras observa que la postulación de Lijo podría ser una vía para que el kirchnerismo recupere parte del poder perdido, Cristina Kirchner está atenta a cualquier movimiento que amenace su dominio. La última de sus contadas apariciones en la red “X” fue para rechazar los dichos del senador José Mayans, que deslizó: “Para mí, por la dicción que ella tiene, (Victoria) Villarruel se aproxima ideológicamente más a nosotros que a Milei”, para luego calificar a la vicepresidente de “muy nacionalista”.
Luego Cristina pediría un examen psiquiátrico ante tal afirmación y Mayans, siempre irónico, solicitaría lo mismo para quienes nombraron a Alberto Fernández como presidente del PJ. No se animó a decir “presidente de la Nación” porque era una alusión directa a CFK.
Detrás de esas chicanas anida una preocupación. No es ilusorio lo que dice Mayans. El kirchnerismo, primero con Néstor Kirchner y después con Cristina, apeló al nacionalismo para construir su relato. “La patria es el otro”, la estatización de YPF, la alusión permanente a San Martín, Manuel Belgrano, el recurrente rechazo al “colonialismo”, eran parte de esa retórica que no se veía amenazada por Macri ni ahora por Milei. Pero Villarruel se ubica ideológicamente en otro lugar.
La vice no es liberal, podría ser definida como conservadora nacionalista. La defensa de los jugadores de la selección nacional criticados por cánticos racistas contra Francia marcó un punto de inflexión. “Ningún país colonialista nos va a amedrentar”, aseguraba. Y afirmaba: “Enzo (Fernández) yo te banco, Messi gracias por todo!"
Entre sus recursos discursivos y estéticos, además de la Bandera argentina o de vestimentas típicas como el poncho, está la permanente reivindicación a los héroes de Malvinas, una guerra que toca el nervio más sensible de esa argentinidad. La sostiene con su propia historia ya que su padre, Eduardo Marcelo Villarruel, fue teniente coronel de las Fuerzas Armadas y veterano de la guerra de Malvinas. También participó en el “Operativo Independencia” en el norte contra grupos guerrilleros como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Villarruel, como lo hizo la semana que pasó, se preocupa por delimitar su propia agenda, muchas veces distinta a la del Gobierno. Lo hizo en el acto en el que reclamó reabrir las causas que involucren a las víctimas del terrorismo de Montoneros y en el que marcó su profunda diferencia con el kirchnerismo -al que rechaza de manera visceral-, al calificar a Néstor y Cristina como los “padrinos” de esos terroristas.
Entre los libertarios se lamentan porque el nacionalismo de Villarruel que molesta a Cristina Kirchner, podría ser utilizado para ampliar el espacio y atraer peronistas no K, un sector que nadie articula.
Pero la preocupación del Gobierno se focaliza en un escenario no deseado. La negociación con el kirchnerismo para modificar la Corte; la grotesca interna en el Congreso; la desconfianza dentro del gabinete; y la falta de control de la relación con la oposición dialoguista desenfocan la estrategia comunicacional que ha llevado a Milei al poder. Se habla más de los escándalos del oficialismo entremezclados con la novela de Alberto Fernández y Fabiola Yañez, y de los juzgamientos digitales a los periodistas, que de la baja de la inflación, el RIGI o la perspectiva de la economía.