La presencia inusual de Javier Milei en el envío del presupuesto pareció responder a la necesidad del Gobierno de volver a poner a la economía en el centro del escenario político. Donde más cómodo se siente, como el primer Presidente economista y el único que puede aportar soluciones. Por supuesto, marcando distancia de los políticos que, dijo, tienen compulsión por el gasto público y le han robado al país para sus negocios.
Milei inauguró con su discurso la nueva grieta que, a modo de estrategia, predica el oficialismo. La que durante el fin de semana también buscó capitalizar Cristina Kirchner con críticas de stand-up hacia el libertario.
No es casual que los más cercanos al oficialismo, como los legisladores del PRO, a menudo transmitan desconcierto. Detallan el contraste de a veces ser halagados como lo hizo Milei sobre “los 87 héroes” que acompañaron al Gobierno en contra de la ley de aumento jubilatorio. Pero después, los libertarios hacen campaña filtrando los viajes que hacen los diputados con pasajes que les da el Congreso o la cantidad de asesores que tienen. Sin importar que pongan en jaque por tener contratados que paga el Senado pero ni siquiera trabajan allí, al segundo en la sucesión presidencial detrás de Victoria Villarruel, el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala.
En esa diferenciación con la “casta”, a la que apenas mencionó un par de veces este domingo, Milei buscó argumentar el veto a la ley jubilatoria. “El político sabe que cuando aumenta el gasto público le está poniendo plata en un bolsillo a la gente para sacarle el doble de otro”. De paso confirmó que firmará todos los vetos que sean necesarios, arrancando aplausos.
Por las dudas, recordó las decisiones “populistas” que salieron del Congreso como los aplausos por el default en la breve gestión de Adolfo Rodríguez Saá.
Esta vez, la confrontación fue con la bancada kirchnerista. Primero aludió a esa fuerza al denostar el populismo y la justicia social que, dijo, implica sacarle a unos para darles a otros. Habló del “Massazo del 2023”, en alusión a la herencia económica que le dejó el ex candidato Sergio Massa. Pero luego se dirigió al sector ocupado con los K e ironizó con que ellos: “Pueden abstenerse porque suman con dificultad”.
A modo de rápido balance de los nueves meses destacó como logros, además de la baja de la inflación, la reducción del gasto público, la sanción de la Ley Bases, el despido de 31 mil ñoquis del Estado, la eliminación de los intermediarios de los planes sociales, el fin de los piquetes diarios y la reducción de los homicidios en Rosario. Todos ciertos, aunque quedan perdidos en la inmensa crisis económica y social que atraviesa la Argentina.
También destacó la aprobación de la Boleta Única en el Senado, aunque todavía falta Diputados. Dejó un mensaje encriptado al señalar que se trata de “una bandera de aquellos que hablan de transparencia pero que poco han hecho por ella”. ¿Una recriminación al PRO? Fue ese partido el que la impulsó y consiguió aprobarla en Diputados en tiempos del gobierno de Alberto Fernández; recién ahora lo votó el Senado con modificaciones y por eso ahora vuelve a la Cámara Baja.
El evento no tuvo su correlato presencial. En el recinto, algo inusual, hubo marcadas ausencias como los K y la izquierda, ya mencionados. Pero tampoco hubo manifestantes pro Milei afuera del Congreso. El otro dato fue el rating. Antes de la cadena nacional, todos los canales sumaban 15.9. En medio del discurso, apenas 3.8.
Tal como lo hiciera Carlos Menem en los 90 proponiendo el achicamiento de un Estado elefantiásico, Milei convocó a un debate para definir de qué se debe ocupar el Estado, y de qué no. Responsabilizó al Estado de la pobreza, el analfabetismo, la inseguridad, las restricciones energéticas, el abandono de las Fuerzas Armadas, la lentitud de la Justicia y la falta de insumo en los hospitales. Y dijo que dilapida dinero en recitales, medios militantes o rutas sin sentido.
En otras palabras, Milei dejó en claro que considera que el Estado debe ocuparse de asegurar la estabilidad macroeconómica y hacer cumplir la ley a través de las fuerzas de Seguridad y del Poder Judicial; y fortalecer la defensa nacional. Lo demás, lo puede resolver el mercado o las provincias.
El regalo se lo dejó a los gobernadores de esas provincias. Les pidió cumplir con la baja del gasto público con un ajuste de 60 mil millones de dólares. ¿Qué gobernador lo cumpliría, aunque algunos ya han hecho algunos recortes, cuando en meses ingresarán a un año electoral? El otro interrogante que queda es, si todavía hace falta otro ajuste de esa magnitud más allá que surja de las provincias, ¿Cuándo la sociedad registrará una mejora en su poder adquisitivo?
Una de las críticas en estos nueve meses que más parece haber acusado Milei es la falta de gestión. Fue Mauricio Macri -y después Cristina Kirchner- quien apuntó a “la falta de equipos” en el Gobierno y los “problemas en la implementación de políticas públicas”, por ejemplo en el área de Transporte.
“No me deja de llamar la atención que dirigentes de todos los colores y banderas nos acusen tan seguido de no tener gestión”, subrayó el libertario. Su modo de responderle fue destacar los logros económicos como el primer año de superávit fiscal. Tras lo cual resumió: “Gestionar no es administrar el Estado, gestionar en achicar el Estado para engrandecer a la sociedad”. Parafraseando a Álvaro Alsogaray cuya muletilla era: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.
En el tramo final de su exposición buscó atraer a los miembros del Congreso con una dicotomía en “un momento bisagra en la historia”. Elegir el camino de la eliminación del déficit, bajar el gasto público y quitar impuestos, o seguir haciendo lo mismo y quedar como ratas.
En estos nueve meses, Milei tuvo más derrotas que aciertos en el Congreso. Un paquete legislativo -la Ley Ómnibus- que no pasó; dos leyes aprobadas por la oposición que lo obligaron al veto en temas sensibles como los aumentos de las jubilaciones y del presupuesto educativo; un DNU anulado que otorgaba 100 millones de dólares a la SIDE; y el tratamiento de los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema que por ahora naufragan. En la columna del haber, se anota la aprobación de la Ley Bases.
Tan compleja es la situación del Ejecutivo que Milei vivió como un triunfo que la oposición en Diputados no haya llegado a los dos tercios para derrumbar su veto. Que el Gobierno se conforme con consolidar el tercio de diputados necesarios para que no le puedan voltear los vetos presidenciales es un déficit político a tener en cuenta. Sobre todo, cuando no sobran las expectativas, para el corto plazo.