¿Porqué no nos explícan porqué sube la luz? : Crisis comunicacional
03-02-2019 | Economia
 No dar malas noticias es una máxima indiscutible del estratega y gurú oficialista Jaime Durán Barba que Cambiemos respeta a rajatabla. Es una estrategia que tal vez funciona con informaciones de cariz técnico y de macroeconomía, que pueden resultar lejanas o de relativo interés para el ciudadano medio.

 

 

Sin embargo, hay otro tipo de noticias pésimas que atraviesan a las personas y le dan un conocimiento de primera mano por experimentarlas hasta físicamente: los precios de los alimentos y de los servicios son un ejemplo claro. Nadie necesita que se lo vengan a explicar: la gente sufre las consecuencias en su propio bolsillo y en prestaciones públicas que dejan mucho que desear.

Los cortes de luz constituyen una experiencia personal agravada: no solo somete a un montón de incomodidades a quienes los padecen (calor excesivo; se echan a perder los alimentos guardados en la heladera; el ascensor no anda, no se puede cargar el celular y ni siquiera anda la televisión, entre otros incordios) sino que ese enojo (que crece de acuerdo a la duración del corte sufrido) se lleva a las patadas con otra información que trasciende casi al mismo tiempo y que le vuelve a pegar en los bolsillos:

desde el primer día de este mes corre un nuevo aumento de la tarifa de la luz (da igual que se cuente con tal servicio siempre o se padezcan sus interrupciones), en 26% de promedio, aunque puede trepar hasta un 32%. Ya lo especificó el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE): el precio de la electricidad subirá hasta un 55% durante 2019, con aumentos escalonados (14% en marzo, un 4% en mayo y otro 4% en agosto). En paralelo subirán otros servicios que reavivarán la inflación, lo que continuará depreciando aún más los salarios, un cóctel más que inoportuno para un año de elecciones presidenciales.

Hasta ahora el Gobierno venía zafando bastante bien con un verano que se había presentado benigno en diciembre y en buena parte de enero. Pero no bien, en la semana que pasó, las temperaturas y las sensaciones térmicas superaron holgadamente los 40 grados, la precariedad del sistema eléctrico se expresó en toda su dimensión: zonas sin energía por varias horas (o días) y vecinos ofuscados protestando en las esquinas y frente a las cámaras de noticieros. La comunicación oficial para contener o, al menos, acompañar el malestar social que se produjo por estos inconvenientes que aún persisten fue -ya que hablamos de temperaturas extremas- paradójicamente muy fría o, apenas, tibia.

Primero desde la Secretaría de Energía se dejó trascender un estudio de los cortes de luz que compara los actuales con los que hubo en el gobierno anterior. La conclusión es que en tiempos de Cristina Kirchner la duración de las interrupciones por usuario eran de 19,3 horas; en tanto que ahora ese promedio bajó a 14,3, es decir 5 horas menos. Es una mejora más bien magra para cualquier contribuyente que desde hace tres años viene pagando (la mayoría con gran esfuerzo) lo que no abonó durante la "década ganada" y que decididamente resulta intolerable para quien el corte le cae de lleno (y encima nadie le devuelve el dinero por el servicio no prestado).

La carta a Edenor y Edesur de Gustavo Lopetegui, titular de Energía, es bien reveladora de con quién el Gobierno prefiere ser más considerado. El funcionario escoge un tono amable y casi de abogado defensor de las empresas al exponer argumentos para justificar los trastornos de estos días con extrema cautela. "Estas consideraciones no los exime, sin embargo, de las responsabilidades que ustedes asumieron como concesionarios del servicio", los reconviene con suavidad.

Los mensajes "de cercanía" y "de conversación", como les gusta llamar los funcionarios a las incesantes historias en las redes sociales principalmente del presidente Mauricio Macri y María Eugenia Vidal tampoco se relacionan con los cortes de energía.

Solo por su tremendo olfato político y mayor sensibilidad frente al humor social, salió al ruedo por las suyas Elisa Carrió a reclamar mejor atención a los distribuidores sin tantos remilgos como Lopetegui. ¿Soluciona algo concreto la comunicación de la temperamental diputada? Probablemente poco en lo formal -lo técnico no se soluciona con meras palabras, sean ásperas o gentiles-, pero tienen el gran valor de producir cierta empatía y, al menos, solidaridad simbólica con quienes la están pasando mal. Demuestran que hay alguien en la cúpula del oficialismo que comprende y que no se esconde frente a la adversidad. Así también actuó Carrió, en otros momentos, con el tema de las tarifas. Podrá ser impulsiva y desprolija al hacerlo pero, al menos, aporta cierta sensibilidad en la comunicación oficial que casi nunca aparece.

A falta de una mayor y continua información, la sensación que queda es que hay un desdén increíble para descerrajar aumentos. Nadie explica absolutamente nada en una comunicación sistemática y contenedora de por qué se deben realizar esos ajustes, quién determina esos porcentajes de aumento y qué es lo que se logra exactamente con ellos. Llama la atención también la ausencia de una campaña franca y sincera que se haga cargo de las limitaciones energéticas heredadas y de qué manera se las está solucionando paulatinamente. Y de otras piezas con consejos prácticos de ahorro como, incluso, sucedió en veranos pasados, cuando se alentaba a poner el aire acondicionado a 24° y el uso de las lamparitas de bajo consumo.

Frente a esa pasividad inaudita, se hacen el gran picnic ocupando todo el "ring" de la comunicación los enemigos del Gobierno y los quejosos de buena fe porque, como bien dice el dicho, "el que calla, otorga"