Para las intervenciones AAC (comunicación argumentativa y alternativa, por sus siglas en inglés) se trata de desarrollar vías de comunicación cognitivas y emocionales cuando las tradicionales no son efectivas. Por ello la interacción con la otra persona es indispensable, de modo que se pueda establecer un vínculo íntimo, de confianza y entendimiento mutuo para garantizar la codificación, decodificación, asimilación y expresión adecuada de un mensaje.
Erna Alant, especialista en la construcción de vínculos afectivos cuando la comunicación posee limitaciones debido a alguna discapacidad, explica que al tomar conciencia sobre cómo uno influye en el otro de manera retroalimentativa, cambia la esencia total del vínculo, de manera que “mi estado mental y habilidad de estar presente con [el paciente] impacta en la calidad de nuestras interacciones”. Esto quiere decir que si uno está con otro pensando en las preocupaciones del trabajo o el dinero, el proceso terapéutico es generalmente más corto y menos satisfactorio.
La clave de los vínculos (y la salud mental) es estar presente con la otra persona
Alant explica que:
cuando me dejo ser yo misma con [la otra persona] y comento lo que me parece relevante en el momento, la conexión entre los dos parece ser más satisfactoria -por ejemplo, al comentar cómo el color de las flores de la habitación hacen resplandecer el espacio, o lo bien que se ven las fotografías familiares en la pared-.
Por esta razón, ella aconseja ser uno mismo con la otra persona para convivir juntos durante un momento, y así ofrecer una manera más efectiva y simple de conectar con el otro.
Es indispensable tomar conciencia sobre nuestra presencia con el otro para convertir al vínculo en una interacción significativa y plena. De este modo, la interacción comienza a identificar las necesidades de uno y del otro para establecer un punto de conciencia y una conexión, que hacen del tratamiento terapéutico un éxito. O, en el caso de un vínculo de pareja, amigos o familiares, algo más saludable. Esta situación la podemos ejemplificar con el caso de la reciente película Joker (2019), de Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix, en donde el personaje principal, Arthur Fleck, experimenta una completa carencia de vínculos afectivos (y al contrario, una vida de abusos físicos y sexuales por parte de sus cuidadores y de la sociedad), lo cual provoca una imposible mejoría en su proceso terapéutico previo al brote psicótico y psicopatológico que le brinda un escudo ante el maltrato: una nueva personalidad que se autonombra Joker.
Si se acepta la habilidad de tener una conexión con el otro, la intervención (o el vínculo afectivo) será efectiva y exitosa. En consecuencia, prepararse tanto emocional como cognitivamente para estar en el aquí y ahora, desde una posición positiva y con la otra persona, puede ser el inicio para ejercer un cambio contundente en las interacciones sociales y eventualmente en el mundo.