Un rompecabezas con piezas que no encajan -
29-06-2020 | Economia
Por Jorge Vasconcelos.Transitamos el noveno año de estanflación. Hay problemas por el lado de la demanda, pero también por el de la oferta. Es imperioso evitar un "default", pero no será condición suficiente

 

El error de cálculo es inevitable en la era de la pandemia. Pero si el margen de esos yerros excede lo razonable, el problema puede estar en los supuestos utilizados.


El Gobierno nacional hizo en abril una agresiva propuesta para reestructurar la deuda, quizá pensando que a esta altura de la crisis mundial habría un tendal de países en default, lo que arrastraría a los acreedores a aceptarla.


Eso no ocurrió y el desenlace sigue abierto, lo que afecta la marcha de la economía, mientras los bonos siguen devengando intereses por más de 300 millones de dólares al mes.


A mediados de marzo hubo suficientes advertencias respecto de que el testeo masivo de la población sería clave para el momento de la reapertura, mientras que en el plano fiscal, la demanda de fondos extras aconsejaba ahorrar en partidas vinculadas a sueldos estatales elevados, como hizo Uruguay.


Esas prevenciones se desecharon, por lo que la cuestión sanitaria luce muy complicada en el AMBA, mientras que la explosiva emisión de pesos ha derivado en un escenario en el que el Banco Central podría tener que optar entre convalidar una aceleración de la inflación o comenzar a restringir el crédito al sector privado.


En el capítulo de la preservación de activos para la etapa pospandemia, el saldo dista de ser positivo: lo atestiguan los casos de Vicentin y Latam, junto al recurrente anuncio de cierres de pymes.


Para evaluar el presente y el probable futuro de la economía argentina, es clave no olvidar que transitamos el noveno año de estanflación. Hay problemas por el lado de la demanda (consumo, exportaciones, inversión), pero también por el de la oferta, por el deterioro de los incentivos para invertir y producir. Ambos lados de la tijera importan.


No hace falta argumentar demasiado acerca de lo frágil de la situación. De hecho, en el primer trimestre el producto interno bruto (PIB) ya había caído 5,4 por ciento interanual, cuando el confinamiento apenas había empezado. En ese período, Brasil y Chile todavía exhibían guarismos positivos.


De acuerdo al último reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial sufriría una inédita contracción de 4,9% en 2020, luego de crecer 2,9% el año pasado.


Pese a esos números, los índices bursátiles de los países desarrollados se recuperan desde marzo, en buena medida por la brutal expansión monetaria ejecutada por sus bancos centrales, con la Reserva Federal estadounidense a la cabeza, que volcó al mercado 3,3 billones (millones de millones) de dólares.


Las pérdidas moderadas que han sufrido los ahorristas en el mundo desarrollado permitirían una recuperación de la demanda desde el tercer trimestre, siempre y cuando las nuevas oleadas de contagios del coronavirus no tengan el efecto paralizante de los primeros brotes.


Qué pasó aquí


En la Argentina, las medidas adoptadas para moderar los efectos negativos del confinamiento y de las restricciones para funcionar alcanzan hasta el momento a tres puntos del PIB, básicamente por mayor gasto público. Las facilidades financieras que también se implementaron agregan dos puntos del PIB a ese arsenal.


La falta de un fondo fiscal anticíclico llevó a financiar las medidas de emergencia con la “maquinita”. La emisión por este motivo alcanzaría a 1,4 billones (millón de millones) de pesos en 2020, a los que hay que agregar 300 mil millones de aquí a fin de año por los intereses que paga el Banco Central por los instrumentos (Leliq y pases) utilizados para absorber parte de esa liquidez.


Respecto de junio de 2019, hay 76% más billetes y monedas circulando, mientras que la inflación acumulada en 12 meses es del 40%, pero el precio del dólar en los mercados libres ha subido 180%. A su vez, luego de ubicarse en 2019 en un nivel que podría considerarse de equilibrio, el gasto público medido en dólares (oficial) está subiendo este año 25%, lo cual no es buena señal para el sector externo ni para la presión tributaria que recae sobre el sector privado formal.


La eventual corrección de estas variables puede complicar la marcha de la economía en el segundo semestre. Será cuando el Banco Central se enfrente al dilema de convalidar la aceleración de la inflación subyacente en la emisión monetaria o bien seguir absorbiendo liquidez con Leliq, ensanchando el déficit cuasifiscal y restringiendo la oferta de crédito al sector privado.


Un canje exitoso de la deuda pública externa es una condición necesaria para recuperar capacidad de manejo de las variables macroeconómicas. Aunque no suficiente. Veamos:


Negociación. Desde abril, las diferencias entre Gobierno y acreedores se recortaron en forma considerable, un tercio por menos pretensiones de los bonistas y dos tercios por lo que cedió Hacienda. El tiempo juega en contra, ya que el paquete de intereses devengados por lo bonos a canjear engorda en 350 millones de dólares por mes la cuenta a pagar, mientras subsisten diferencias por las cláusulas legales. Señales de último momento indican que, al menos, un grupo importante de acreedores podría estar cerca de firmar.


Sin fondos. Aun cuando se logre un acuerdo que no deje juicios pendientes, el canje no dará “plata fresca” a la Argentina, sin que esté claro en qué momento podría gestionarse una ampliación del crédito del FMI. Por ende, es clave que la política fiscal comience a jugar un rol de ancla para las expectativas de inflación y emisión de cara a 2021, para evitar que el mercado “corrija”.


Los nueve años de estanflación obedecen también a problemas del lado de la oferta, por el deterioro de los incentivos a invertir y producir. De hecho, de prosperar la estatización de Vicentin, podrían volver las interferencias con el sector, tal como ocurrió durante el cepo de 2012 a 2015, lo que derivó en una menor producción de granos.


De igual modo, el cierre de operaciones de Latam ha desnudado el “costo argentino” que traba la conectividad del país y cuesta miles de millones de dólares por año: de capturar el 0,5% del mercado mundial de turismo en 2011, la Argentina ahora sólo tiene el 0,35%.


En otro plano, el congelamiento de las tarifas y la falta de infraestructura están afectando la oferta de gas, que caería este año 5%, lo que obligaría a aumentar las importaciones de gas licuado un 40%, y las de fueloil, 20%, en ambos casos en volumen y en relación con 2019.