Fernández sigue sin plan, ni poder, ni acuerdo con el FMI - Por Sergio Crivelli
10-01-2022 | Politica
Armó un acto para exhibir fortaleza política ante el Fondo y Cristina Kirchner, pero fracasó en ambos frentes. Faltaron a la cita los gobernadores radicales y la mitad de los peronistas

Después de la derrota electoral, el presidente quiso retomar la iniciativa, pero no le salió. La excusa para volver al centro de la escena fue una reunión con gobernadores sobre la negociación con el FMI, pero a la convocatoria faltó la mitad de los del oficialismo y la totalidad de los de la oposición.

Consiguió no obstante amortiguar el golpe gracias a su operador en Juntos por el Cambio, el radical Gerardo Morales, que desvió parte de la polémica en los medios hacia la interna opositora. De todas maneras, dejó expuestas una anemia de poder y un aislamiento que impactan sobre la gobernabilidad.

Está sólo frente al Fondo. Cristina Kirchner le soltó la mano y no piensa acudir en su auxilio. Mira cómo se debate ante el dilema de aceptar las exigencias del organismo o internarse en el incierto territorio del default y se limita a correrlo por izquierda, descargando sobre sus espaldas todo el costo político de una situación cada vez más compleja.

A dos años de haber asumido la presidencia, Fernández sigue sin plan, ni entendimiento con el mayor acreedor del país. Y continuaría así si las circunstancias se lo permitieran, pero en marzo es el último plazo para firmar y el espectáculo que da resulta cada vez más patético por lo repetitivo. El mercado se encargó de recordárselo el día siguiente a la teatralización montada junto a Martín Guzmán en el Museo del Bicentenario.

Después de incontables versiones sobre la proximidad de un acuerdo el ministro debió reconocer que las diferencias con el organismo internacional se mantienen. No se avanzó ni un paso. Fernández a su turno le habló a los seguidores de la vice jurándoles que “para nosotros la palabra ajuste está desterrada”.

Esa afirmación no se corresponde con los hechos. En 2021 el gobierno consiguió bajar el déficit cerca de tres puntos del PBI mediante la inflación. El esfuerzo lo hicieron con su pérdida de ingresos los jubilados, los estatales y los “planeros”, pero ese ajuste es el único viable para el gobierno. Reducir el gasto público en términos reales no es una opción. A eso se refiere Fernández cuando habla de palabras “desterradas” y suena lógico: el corazón de la política “K” desde 2003 hasta la fecha ha sido la expansión del gasto vía aumento de subsidios y la expansión (menor) de la recaudación vía voracidad impositiva.

Eso les sirvió para ganar elecciones y ahora se las hace perder. El “modelo” es insostenible, pero no tienen otro libreto. Es el verdadero legado de Néstor.

Además de las diferencias macroeconómicas con el FMI, Fernández tiene también condicionamientos políticos o “geopolíticos” para ponerlo en términos de Guzmán. Necesita el apoyo de los Estados Unidos, pero se exhibe en la CELAC junto a Venezuela y Nicaragua.

De cualquier forma, ni siquiera esa inoportuna muestra de sumisión consigue calmar a Cristina Kirchner, porque le hizo perder millones de votos con sus errores de gestión. Para eso no hay “waiver” posible.

La opinión de la vice sobre la negociación de la deuda la expresaron el miércoles Axel Kicillof y Máximo Kirchner. El primero habló de revisar la estrategia, el segundo se fue de vacaciones.

La única satisfacción en medio de tanta adversidad la recibió de un radical: Gerardo Morales. El gobernador jujeño era el encargado de sumar a Juntos por el Cambio a la foto que Fernández le quería mostrar al Fondo. Como no lo consiguió atacó al PRO con el arma más destructiva disponible: adhiriendo al relato oficial de que la deuda es responsabilidad de Mauricio Macri.

Al margen de la falacia argumental, el daño que le hizo a la confiabilidad de la coalición opositora es irreversible. No alcanza ni una bandada de “halcones” respondiéndole por las redes para restaurar la credibilidad en Juntos por el Cambio como alternativa real al populismo.

Desde el pacto de Balbín con Perón en los 70 y el de Alfonsín con Menem dos décadas más tarde los radicales tienen una larga tradición de claudicaciones frente al peronismo, pero lo de Morales operando para un gobierno del PJ debilitado y para un presidente sin futuro resulta por lo menos curioso.

Es cierto que el gobernador jujeño tampoco tiene futuro en unas PASO frente a Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio Macri o Patricia Bullrich o hasta frente a un radical con antecedentes K como Martín Lousteau, pero nadie en la Quinta de Olivos puede haberle pedido que se inmole. Si Rodríguez Larreta sufrió un fuerte desgaste por pegarse al presidente en 2020, es de imaginar que a Morales sus declaraciones funcionales al gobierno lo borrarán del mapa.

Pero al margen de maniobras y chicanas, la jugada de la convocatoria falló. Aisló más al presidente, le mostró que la derrota de noviembre lo ha debilitado y que las condiciones en que deberá terminar su mandato son precarias.